«Nadie como tú» es una de las más célebres canciones de La Oreja de Van Gogh. Compuesta e interpretada por su entonces vocalista Amaia Montero, formó parte del álbum «Lo que te conté mientras te hacías la dormida», el tercero del grupo y con el que lograron 20 Discos de Platino, uno de Diamante y 4 Discos de oro. Un auténtico «hit» que les llevó a lo más alto de las listas de España, México, Estados Unidos, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador…
Tal y como dice su letra, después de «más de veinte años» de su grabación (en diciembre de 2002), el tema vuelve a estar de actualidad para salir en auxilio de su compositora, Amaia Montero. Porque como han recogido numerosos medios de comunicación, la intérprete (que dejó el grupo en 2009) acaba de recibir el alta tras un mes ingresada en un centro médico de Navarra por sus problemas de salud mental.
Potente lectura espiritual
La familia de la artista (que no se ha apartado de ella durante el ingreso) ha reconocido que Montero «no está pasando por su mejor momento». Y es justo en este bache cuando puede recibir una ayuda inesperada a través de «Nadie como tú», que ella dedicó a su hermana Idoia pero que esconde una potente lectura espiritual cuando se escucha como una oración elevada a Dios en un momento de fragilidad.
«Nadie como Tú…»
Sólo hace falta entonar el repetido «tú», con «T» mayúscula, y el significado cambia por completo: «Nadie como Tú para hacerme reír. / Nadie como Tú sabe tanto de mí. / Nadie como Tú es capaz de compartir / mis penas, mi tristeza, mis ganas de vivir», arranca el tema.
Tampoco hace falta forzar la imaginación para encontrar un sentido profundo al resto de la letra, si se canta dirigiéndola a Dios: «Tienes ese don de dar tranquilidad /de saber escuchar, de envolverme en paz. / Tienes la virtud de hacerme olvidar /el miedo que me da mirar la oscuridad».
Oración para un momento de angustia
Incluso encierra una interpretación que invita a la oración contemplativa cuando la angustia no deja fluir las palabras del corazón, y a la práctica ignaciana de «hacer memoria» de la propia vida para descubrir en ella la presencia de Dios, con una mirada providente hacia el futuro.
«En silencio y sin cruzar una palabra /solamente una mirada es suficiente para hablar. / Ya son más de veinte años /de momentos congelados /en recuerdos que jamás se olvidarán. / Y pasarán los años / y siempre estarás /buscando un plan / para que se hagan realidad / los sueños que / soñábamos antes de ayer al dormir / hablando del tiempo que nos quedará por vivir», se escucha en un momento del tema.
En resumen, un giro inesperado y espiritual para una conocida canción, que puede ayudar, de forma alternativa y sorprendente (como la Providencia) a quien esté atravesando un momento complicado. Como la propia Amaia Montero: