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El pasado 26 de noviembre no fue un día más para los habitantes Cusco, la famosa ciudad de los Andes peruanos que supo ser la capital del imperio incaico. Ese día, según recordó la propia Arquidiócesis de Cusco, la sagrada imagen del Señor de los Temblores salió de manera extraordinaria al atrio de la basílica catedral de Cusco para bendecir al pueblo ante la sequía que venía padeciendo la región de Cusco y la falta de lluvias.
Los feligreses, preocupados en ese momento por la situación, hicieron la petición. Fue así que ese día la ceremonia comenzó con el rezo del rosario, además de la palabra del arzobispo de Cusco, monseñor Daniel Alarcón Urrutia.
Tal cual recuerdan medios como Agencia Andina, el obispo recordó cómo la ausencia de lluvias afecta campos, cosechas y pastos, además de redes fluviales, entre otros sitios.
«El Señor de la naturaleza nos congrega en esta noche para pedirle a él que se apiade de su pueblo, todo este déficit pluvial es fruto del calentamiento global, no es voluntad de Dios, es resultado del egoísmo, orgullo y soberbia de los hombres que no quieren cambiar su estilo de vida», expresó el arzobispo.
Fue así que a través de esta celebración se clamó al Señor de los Temblores por la normalización de la presencia de lluvias.
¿Y qué sucedió?
Desde hace varios meses, varias regiones de Perú se han visto afectadas por la falta de lluvias. El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi) advirtió a fines de noviembre que este evento se daría hasta el 4 de diciembre.
Entre las zonas afectadas por la lluvia, asociadas para algunos, reproduce Infobae, «por la entrada de una masa de aire seco proveniente del Pacífico», estaba precisamente Cusco.
Sin embargo, en medio de esta situación, pocos días antes del pedido al Señor de los Temblores en Cusco ya habían regresado algunas lluvias a Puno y Cusco después de semanas, publicó otro medio peruano como La República.
No obstante, más allá de lo sucedido (si la lluvia fue antes o después poco importa), el clamor del pueblo no hace más que confirmar una particular confianza en el Señor de los Temblores en los momentos más oscuros y amenazantes. En este caso, una situación que genera particular dolor para aquellos que dependen de las cosechas para vivir.
Una imagen que se llenó de actualidad durante la pandemia
El Señor de los Temblores es una famosa imagen de Cristo. Está vinculada a un temblor que se «detuvo» en Cusco durante una procesión en marzo de 1650. Ha cobrado relevancia histórica. Pero también se cargó de actualidad. Principalmente desde que Perú, al igual que el resto del mundo, tuvo que lidiar con la pandemia del coronavirus.
Esto se apreció con mayor claridad cuando el 14 de julio de 2020. En aquel entonces se cumplieron 300 años de su declaración como «Patrón Jurado» de Cusco en Perú.
En ese momento, la Conferencia Episcopal Peruana recordaba lo sucedido en 1720. Ese año la ciudad de Cusco fue afectada por la peste del tabardillo, situación que hizo a los locales venerar la imagen. Se dice que debido a esto «la peste se alejó».
En efecto, esto fue lo que publicó la Iglesia de Perú con motivo de ese aniversario:
«Hoy queremos volver a vivir ese momento lleno de fe, han transcurrido 300 años y la fe de nuestro pueblo se ha mantenido, el Taytacha de los Temblores ha cumplido su promesa de acompañar, proteger y cuidar a sus hijos. Hoy, 300 años después de este acontecimiento, el contexto histórico se vuelve a repetir, estamos en medio de una terrible pandemia y nuestra fe vuelve a poner su mirada en la imagen milagrosa del Señor de los Temblores».
Así lo dijo en aquel entonces el arzobispo del Cusco, Richard Alarcón. Fue él quien presidió la misa desde el altar del Taytacha en la Basílica Catedral del Cusco este 14 de julio.
Debido pandemia del coronavirus, todas las celebraciones por el jubileo de los 300 años tuvieron que ser reprogramadas en ese momento.
Actualmente, en 2022, a más de dos años del inicio de la pandemia, los efectos continúan, pero el Señor de los Temblores nunca deja de bendecir a sus hijos a pesar de las restricciones que hubo que atravesar.