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La importancia de lo que celebramos. En Navidad recibimos el mejor regalo. El nacimiento del Niño Jesús, el que da sentido a nuestra fe. Dios nace en un pesebre. Esto es lo que celebramos.
Hace más de 2.000 años todos quisieron ir a adorarle, a llevar sus presentes al Salvador. Leche, miel, queso… los pastores ofrecen lo que tienen y los Magos viajan siguiendo la estrella. Llevan al Niño sus regalos más nobles: oro, incienso y mirra.
El origen de los regalos
De aquí viene la tradición de recibir regalos. Conmemoramos la Adoración de los Magos al Rey de Reyes. Esos Magos llevaron presentes al recién nacido y miles de años después los reparten por cada una de nuestras casas. Esos regalos son parte de la Navidad, pero son sólo el adorno de lo que realmente celebramos.
Costumbres familiares
En muchos hogares, el 25 de diciembre se reciben regalos, los 'trae' el Niño Jesús. Lo hacen porque y es tradición en el país, y es bonito que sea Jesús quien nos trae todos los bienes que nos ilusionan.
Ocurre que la Navidad es el momento en el que la familia se junta, y así algunas familias creen que es el momento óptimo para recibir los regalos, aunque la tradición del país recomendaría hacerlo en la fiesta de los Reyes Magos.
Hay quien prefiere recibir los regalos al inicio de la Navidad, sin sumarse a las costumbres populares ni a la tradición. Una práctica que, como explica Blanca Sicilia, psicóloga experta en psicología educativa y profesora de la UNIR, "tiene un sentido porque es un día muy importante, pero no debemos quitar la atención del gran mensaje de la Navidad".
Saber identificar ese mensaje, lo que realmente celebramos, el nacimiento de Cristo, "es lo que dará a nuestros hijos fortaleza para afrontar las adversidades futuras."
Espera e ilusión
El día marcado en el calendario y en la Historia es el 5 de enero. Noche en la que llegan sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Hacen acto de presencia después de haber ido a adorar al Niño. "Este es un día que los niños esperan durante un año. Y es una espera necesaria", asegura Sicilia. En todo ese tiempo los niños tienen un trabajo por delante. Los Reyes lo ven todo.
Esforzarnos para lograr una recompensa
En esa espera la llama es la ilusión. "Ilusión por aprender, por realizar nuevas tareas, por lograr metas alcanzables y por soñar un mundo mejor en el que podamos intervenir con nuestros propios actos y decisiones."
La ilusión es un factor vital para alimentar la espera. Y, "esa espera hay que cuidarla, cada día". Una espera a la que hay que poner “esmero y anhelo. Crear la esperanza de que en un año, tras trabajar minuciosamente en tu conducta, hacer los deberes a diario, intentar ser mejor, tratar mejor a los demás… podamos ver ese grandísimo esfuerzo recompensado por la bondad de sus Majestades". Es una espera con recompensa.
Ejercitar la paciencia
"Desde el momento de nuestra concepción hay momentos de espera. El primero son los 9 meses en la tripa de nuestra madre". Pasamos la vida esperando lo siguiente. "Otra sonrisa, otra comida, otra caricia…" y la llegada de la Navidad que cada año celebramos. Paciencia e ilusión son los factores que alimentan esa espera.
Centrar el mensaje de lo que estamos celebrando es lo más importante. El 25 ya tenemos el mejor Regalo, que nos llega con el resto de regalos materiales y espirituales. En el caso de países como España, tan sólo unos días después, el 6 de enero llega el día más mágico para los niños.
El camino para recibir la recompensa es esperar otro año más y mejorar lo que podamos para que lleguen los regalos que nos recuerdan a los que recibió Jesús.