Sor Juana Inés de la Cruz es una de las escritoras más ilustres del Siglo de Oro de las letras Hispanas. Versos, ensayos, autos sacramentales... una extensa obra que la convirtió en la “décima musa”, como la describieron algunos expertos y admiradores de su figura.
Los villancicos de la religiosa mexicana fueron compuestos en el último tercio del siglo XVII. Unos textos sencillos, pero no por ello menos elevados que el resto de sus composiciones. Algunos de ellos se conoce que fueron interpretados en la Catedral de Puebla durante la Nochebuena.
Al niño divino que llora en Belén
Al Niño Divino que llora en Bélen,
¡déjen-lé, pues llorando mi mal, consigo mi bien!
¡Déjen-lé, que a lo Criollito
yo le cantaré!
¡Le, le, que le, le le!
Sed tiene de penas Dios,
y es bien le den sus ojos el agua,
el barro mi ser: ¡déjen-lé!
Dejen que el Sol llore;
pues aunque al nacer también
llora el Alba, no llora tan bien:
¡déjen-lé! que es el llanto del mal,
aurora del bien
¡déjen-lé, que a lo Criollito yo le cantaré! [...]
La tradición de componer y cantar villancicos había llegado a Nueva España a finales del siglo XVI y se habían popularizado rápidamente. Estos versos fueron una manera sencilla de expandir la evangelización por las tierras de hispanoamérica. Los villancicos fueron pronto adoptados como parte de la cultura popular novohispana que Sor Juana asimiló también como propia. Como muchos otros, la religiosa se unió a la tradición de componerlos.
A pesar de no ser muy conocidos dentro de la admirada obra de Sor Juana, muchos expertos los han situado en el lugar que les corresponde tanto entre su obra como entre la cultura popular mexicana. Como afirma Martha Lilia, “dentro del escalafón que toca a los villancicos es evidente que los de Sor Juana superan en oficio y encanto al promedio de la producción villanciqueril de su época”.
Concepción
¡A la Concepción, a la Concepción!
No se detengan, que la fiesta es hoy.
¡Vayan, vayan,
que la Reina tiene harta gracia!
¡Lleguen, lleguen,
porque su fiesta es fiesta solemne!
Hoy con festiva alegría,
de virtud y gracia llena,
en su Concepción estrena
un Templo de Dios, María.
Venciendo al fiero Dragón
que a sus pies holló triunfante,
este milagro al instante
sucedió en la Concepción.
Victoriosa y sin desgracia,
como se deja entender,
fue el caso muy para ver
en Santa María de Gracia.
Si es Puerta en quien se hallará
franca la entrada del Cielo,
lo festivo de este anhelo
en Porta-Caeli será.
Contra el Dragón y sus redes,
en alta contemplación
cogen por la Concepción
los que hoy van a las Mercedes.
En sus aplausos divina,
después de tan gran batalla,
hoy, cuando contenta se halla,
es la fiesta de Regina.
Sor Juana Inés escribió hasta doce villancicos, lo que la sitúa entre una de las autoras más prolíficas de este tipo de versos. No en vano, Lilia asegura: “No cabe duda que el villancico barroco debe mucho a Sor Juana: fue ella una de sus más diestras e imaginativas cultivadoras”.
¡A la fiesta del Cielo! Las voces claras
una Reina celebran, Pura y sin falta.
¡Vengan, vengan,
a celebrarla por su buena estrella!
No se detengan, ¡vayan!,
que en su Concepción está para dar gracias.
Con mucha gracia María,
siendo del género humano,
una Concepción estrena
tan nueva, que no ha pecado.