«Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Queremos decir juntos: "Padre, en tus manos encomendamos su espíritu".»
A las 9:30 de esta mañana, 5 de enero de 2023, en el altar de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ha presidido la Misa de exequias en honor del difunto pontífice emérito Benedicto XVI, fallecido a los 95 años, el pasado 31 de diciembre de 2022: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz». Delante del altar el féretro con el cuerpo de Joseph Ratzinger.
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Este fue el eje principal de la homilía del Papa Francisco en memoria de su predecesor. Estuvo centrada en las últimas palabras de Jesús en la Cruz.
El rito fúnebre fue presidido por el Papa, pero en el altar celebró el decano del Colegio Cardenalicio Giovanni Battista Re.
Después del Ritus Communionis, los más de 50 mil fieles asistentes (según datos de la gendarmería), clamaron por la canonización de papa Benedicto XVI: "Santo Subito!", ("¡Santo rápido!").
Benedicto XVI, ejemplo de pastor
El Papa citó a san Gregorio Magno, uno de los grandes Padres de la Iglesia latina del seiscientos. No fue una coincidencia que hablará de La Regla Pastoral, un manual de moral y de predicación destinado a los obispos. Una alusión a quien es reconocido ya como el «Papa teólogo» que mantendrá con su memoria y legado a flote a la Iglesia y a su misión a través de su intercesión:
«San Gregorio Magno, al finalizar la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta compañía espiritual: "En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme"."
Un rito inédito
Se trató de un rito inédito. No sucedía algo similar desde hace dos siglos. Un papa reinante que preside el funeral de su predecesor. No ocurría desde Pío VI, quien, tras morir en el exilio en Valence en 1799 como prisionero de Napoleón, tuvo un solemne funeral tres años después, cuando sus restos fueron llevados de vuelta a Roma: el funeral fue celebrado por Pío VII.
Esta ceremonia pasará a la historia también porque servirá de referencia para la sepultura de otros papas eméritos en el futuro. Una misa sencilla. Así se ha respetado la última voluntad de Benedicto XVI. El rito incluyó rodear el féretro con cintas con los sellos de la Cámara Apostólica, la Casa Pontificia, la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas y el Capítulo Vaticano.
La oración y el cuidado del pueblo
Francisco también recordó la «conciencia del Pastor» que no puede «soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado». Una referencia a la promesa de Benedicto XVI de sostener la Iglesia con su oración desde el Monasterio Mater Ecclesiae, lugar de su retiro y última morada hasta su fallecimiento. Y siempre hizo oración por el Sucesor de Pedro.
En efecto, una vez que los mozos llevaron los restos mortales de Benedicto XVI, dentro del féretro en madera de ciprés, a la plaza de San Pedro, doblaron las campanas y los fieles rezaron juntos por la memoria del Papa emérito. Una multitud de voces recitó el Rosario por el alma de Joseph Ratzinger.
«Es el Pueblo fiel de Dios - dijo Francisco - que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años.»
Padre, en tus manos encomendamos su espíritu
Entonces, Francisco aseguró: «Queremos decir juntos: "Padre, en tus manos encomendamos su espíritu". Y afirmó: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz».
En otro momento de su homilía habló de la «confianza orante y adoradora, capaz de interpretar las acciones del pastor y ajustar su corazón y sus decisiones a los tiempos de Dios (cf. Jn 21,18).»
Esta fue una posible referencia a la vida de Benedicto XVI entregada al servicio de la Iglesia desde su adolescencia, cuando entró al seminario y a sus 38 años fue un perito del Concilio Vaticano II. Fiel amigo, servidor, consejero del Papa Juan Pablo II, en un largo pontificado que duró más de 26 años y que se nutrió también de su sabiduría y acompañamiento.
Benedicto XVI ha sido definido por sus biógrafos como un hombre que sufrió mucho en la vida. Entonces, el Papa Francisco aseguró:
«Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia».
Francisco en memoria de su predecesor alemán reiteró sus dotes de evangelizador cuando habló sobre «entrega sostenida por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión: en la búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio.»
Última morada del cuerpo de Benedicto
Al final de la celebración ha tenido lugar la última Commendatio y la Valedictio. Luego el féretro del pontífice emérito ha sido transportado hasta las Grutas Vaticanas de la Basílica de San Pedro para la sepultura en una ceremonia privada.
El papa emérito será sepultado en la antigua tumba de San Juan Pablo II, cuyos restos fueron trasladados a la nave de la Basílica de San Pedro tras su beatificación en 2011. Esa misma tumba había acogido previamente los restos mortales de Juan XXIII.
El papa alemán fue despedido por unos 125 cardenales, 420 obispos y cerca de 4.000 sacerdotes presentes en la misa fúnebre, animada por unos 250 miembros del coro, varios de ellos cantores de la Capilla Sixtina.
Estaban resentes las delegaciones italiana y la alemana, encabezadas por Sergio Mattarella, Giorgia Meloni, Frank-Walter Steinmeier y Olaf Scholz. Igualmente asistieron numerosas personalidades políticas que ocuparon sus puestos en la plaza de san Pedro del Vaticano, desde la realeza de Bélgica y España (con Su Alteza Real Doña Matilda y la reina emérita Doña Sofía, respectivamente) hasta los presidentes de Polonia y Hungría.
Imágenes que pasarán a la historia