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En la escuela técnica fue el "rey de las discotecas", pero finalmente eligió a Dios.
Como seminarista, se ocupó de las personas con discapacidad. Con ellos iba a reuniones y retiros, hablaba de la vida y, sobre todo, nunca pasaba indiferente ante su sufrimiento. Luego, a la edad de 33 años, su vida cambió drásticamente: después de un accidente automovilístico, él mismo terminó en una silla de ruedas.
"Una de las primeras cosas que le dije a Dios fue darle las gracias por dejarme unas manos y una cabeza que funcionan, que es lo más importante en el sacerdocio", dijo el padre Marek Balwas a Aleteia.
Mientras se sitúa frente al altar en una silla de ruedas, cae el silencio. Los jóvenes para los que suele dirigir retiros lo miran con interés. Piensan: "Le daremos una oportunidad, parece que no nos envenenará". "No estoy tratando de fingir ser otra persona. Todo el mundo tiene una opción en su vida, pero no todo el mundo lo sabe", explica el clérigo.
Sacerdote sobre ruedas
El padre Marek Balwas se llama a sí mismo "el burro sobre ruedas de Dios" porque, dice, lleva a Jesús a la gente. Vive en una casa para sacerdotes en Ciechocinek (Polonia) desde donde viaja por todo el país predicando retiros y encontrándose con jóvenes, hablando con ellos y compartiendo sus experiencias inusuales.
Nadie hubiera imaginado que un joven tan luchador, que en su momento fue el "rey de las discotecas", vendría a elegir el sacerdocio. Había sido monaguillo desde los ocho años. En el último grado de primaria obtuvo un promedio de 4.3. Podría haber ido a la escuela secundaria, pero decidió ir a una escuela vocacional. "Allí no había que estudiar tanto", dice al explicar la decisión que tomó hace años.
Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que un título como cerrajero mecánico no lo ayudaría a realizar sus planes para el futuro. Así que continuó sus estudios en una escuela técnica nocturna, lo que le permitía trabajar durante el día. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana e iba a trabajar en una mina de lignito, y por la tarde iba a la escuela. Todos los miércoles se volvía loco en la pista de baile de la discoteca local.
Cuando tenía 15 años, ayudó a construir la basílica de Nuestra Señora de Licheń . Allí conoció a seminaristas que atendían a personas con discapacidades. "Pensé que a mí también me gustaría, pero entonces tendría que ser sacerdote", dice.
Su entusiasmo por el sacerdocio se enfrió con el consejo del vicario que servía en su parroquia natal. Sugirió que antes de tomar una decisión tan importante primero debería terminar la escuela técnica, conseguir un trabajo de tiempo completo o incluso enamorarse.
Según este sacerdote, sólo se puede elegir bien si se es plenamente consciente de a lo que se va a renunciar.
"Le dije al Salvador: 'Señor Jesús, sé que para ser sacerdote debo graduarme', y por algún milagro... pasé”, nos cuenta el padre Marek Balwas.
También explica que todas las valiosas experiencias que ha adquirido le han demostrado que Dios es lo más importante en su vida. Recibió su formación sacerdotal en el seminario mayor de Wloclawek.
El diablo lo tentó con dudas, así que quemó su libreta con direcciones y números de teléfono. Pidió a Dios que lo capacite para ser un buen sacerdote, no para buscarse a sí mismo, sino para saber dar a Jesús a las personas.
"Para la salvación no se necesitan piernas, sino corazón"
Durante su primer año, recibió una oferta para participar en encuentros para personas con discapacidad.
"Acepté sin dudarlo. Al final del año académico, decidí hacer un viaje de verano con discapacitados a Gdynia. Cuidar a los discapacitados fue un sueño hecho realidad para mí después de muchos años desde mi memorable estadía en Licheń. Con estos enfermos teníamos que hacer de todo: desde vestirlos y lavarlos hasta llevarlos a comer, alimentarlos o salir a caminar. Oramos, jugamos y hablamos con ellos. Vivimos juntos penas y alegrías, compartiendo también dudas. Lo recuerdo como un tiempo hermoso, porque lo dediqué a ayudar a otras personas."
También admite que fueron las personas con discapacidad las que le enseñaron a orar, vivir y apreciar las cosas que tenemos a nuestro alcance, de las que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta.
"Muchas de estas personas nunca caminaron y nunca pudieron vestirse o comer por sí mismas. Tenían manos que no funcionaban bien, eran ciegos o se movían en una silla de ruedas. Mi corazón se rompió en pedazos al ver este sufrimiento humano. Recuerdo haberle preguntado a Dios en ese momento por qué permite esto", explicó el sacerdote. La respuesta provino de las mismas personas que sufrían. Era difícil no darse cuenta de cómo podían disfrutar de la vida y estaban agradecidos por cada muestra de bondad y cordialidad humana.
"Recuerdo un hermoso día soleado que fuimos a la playa y llevé a un niño en silla de ruedas conmigo. Condujimos hasta la playa y lo llevé de la silla de ruedas a una manta donde podía sentarse. Cuando me admitió que nunca había estado en el mar, inmediatamente lo tomé en mis brazos y nos metimos al agua. Tocó el agua del mar con las manos, luego con la boca, y exclamó: '¡Salada en verdad!'", cuenta Marek. Luego, agrega, "me alegré de que pudiera vivirlo, porque al poco tiempo de ese viaje enfermó de sepsis y murió".
El accidente de coche
Cuando tenía 33 años, a consecuencia de un accidente de coche se fracturó la columna y sufrió una lesión medular en la vértebra T4. Desde entonces, él también ha estado en silla de ruedas.
"Cuando me recuperé del trágico accidente y supe que no podría caminar, sorprendentemente no me impactó demasiado. Tal vez fue precisamente porque había estado en contacto antes con usuarios de sillas de ruedas. En ese momento pensé: 'Es difícil, pero aparentemente así es como se supone que debe ser. El Señor Dios probablemente tiene un plan en esto.' Le di gracias porque me había dejado con las manos y la cabeza funcionando, que es lo más importante para el sacerdocio", explica.
"Puedo celebrar la Eucaristía, administrar el sacramento de la reconciliación y predicar. Recientemente, en un retiro que dirigí para jóvenes, aprendí, solo de los jóvenes, que 'con tus pies no puedes salvarte a ti mismo, solo con tu corazón'. Esta verdad me está iluminando cada vez más. Después de todo, las piernas no son lo más importante. Mucho más importante es la plena confianza en el plan de Dios, con el corazón", añade.
"Me di cuenta de que el Señor Dios, al dirigirme hace algunos años para acompañar a las personas con discapacidad, me estaba preparando lentamente para mi destino", explica el clérigo.
El sacerdote tiene un acercamiento increíble a los jóvenes. En los foros en línea, los jóvenes hablan de su corazón de oro, así como del hecho de que nunca lee una página cuando predica y, sin embargo, transmite un significado profundo en su mensaje. El hecho de que utilice una silla de ruedas hace que los oyentes acudan con más frecuencia y en mayor número a los retiros que dirige.
"Organicé y dirigí retiros para personas con discapacidad en Licheń. También participé en la peregrinación a pie de Wloclawek a Jasna Gora. Lo que me ayuda a vivir es la oración y una sonrisa. En oración me presento ante Dios tal como soy, sin pretensiones, a menudo con lágrimas en los ojos. Solo Dios sabe el dolor y el sufrimiento que experimento, abriendo mis ojos y esperando ese bendito momento en el que terminará el día. Sin embargo, a pesar de la tristeza y tal vez también un poco de dolor ante Dios, ¡estoy sonriendo!", dice el padre Marek Balwas.
Nada es imposible para Dios
El sacerdote a veces ha visto lástima en los ojos de otras personas. Admite que no le gusta y que no busca la simpatía de los demás. Celebra misa en la capilla de su casa, evangeliza en las estaciones de radio y viaja a donde se le necesita. Siempre encuentra tiempo para hablar.
El clérigo recuerda cómo un día se le acercó un joven que le pidió la confesión y le dijo que se quería suicidar más tarde. "Confesó que le había prometido a su abuela que si alguna vez quería hacerse algo a sí mismo, primero se confesaría", recuerda el padre Marek Balwas. El sacerdote le indicó que diera un largo paseo y reflexionara sobre su vida. "Tan pronto como se fue, agarré el rosario y le pedí a la Virgen que lo obligara a regresar a mí aquí, para que no se hiciera nada malo en el camino". El joven volvió a contarle su historia.
"Resultó que cuando salió de prisión, su prometida lo dejó por otro hombre, lo que provocó que perdiera el sentido de su vida. Así que le pedí que regresara a su ciudad natal, buscara un trabajo y reconstruyera su vida. También le di dinero para un boleto. Llamó un mes después diciendo que había encontrado trabajo y quería devolver el dinero del billete. Solo le pedí que rezara por mí", dice.
"No culpemos a Dios por el mal", agregó.
"Está más allá de imaginar cómo Satanás puede estropear una vida humana. Lo más importante es no dejar que nos quite las ganas de vivir. En muchos casos, nosotros mismos somos los responsables del desorden en nuestras vidas", subraya.
El reverendo Marek explica que lo más difícil es seguir a Jesús constantemente, pase lo que pase. Añade, sin embargo, que después de todo, sólo una vida así, en relación con Él, tiene sentido. "Nada es imposible para Dios. La gente piensa que las cosas ya están tan desesperadas en sus vidas que nunca les volverá a pasar nada bueno. Pero siempre hay una salida, especialmente para un creyente que quiere cambiar algo en su vida", dice el sacerdote.
"Tenemos que tener cuidado para no perder lo bueno entre las dificultades de la vida cotidiana. Siempre hay una oportunidad de convertirse, de empezar una nueva vida. Los planes de Dios son extraños y misteriosos. Bendigo de corazón a todos los que lean este texto", añade.