Abusos, guerras, violencia, injusticias, mentira,... podrían llevar a dudar de que podamos salvarnos.
El ser humano parece a veces demasiado ruin como para poder compartir la plenitud de Dios. Pero eso es lo que Él nos ha prometido. ¿Cómo será posible?
Un gran santo que mejoró notablemente el mundo, Juan Pablo II, descubrió la respuesta y trató de difundirla con todas sus fuerzas.
Se trata de un cambio de enfoque. Si en lugar de concentrarte en la miseria humana miras a Jesús, a Dios, encontrarás la salvación en su misericordia.
Seguramente no sea un cambio automático, pero es un regalo que Dios está deseando darnos. Así que, ¿por qué no se lo pedimos?
Puedes hacerlo con esta oración con la que san Juan Pablo II encomendó a la Divina Misericordia el destino del mundo el 17 de agosto de 2002 en Cracovia.
Oración
Dios, Padre Misericordioso,
que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo:
Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal;
haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia,
para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo,
Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.
Amén.