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Pero entonces, ¿a ti no te paga nadie por darnos catequesis? -preguntaba Andrés, un niño de 7 años, abriendo los ojos como platos, llenos de incredulidad.
¿Vienes aquí todas las semanas con nosotros gratis? ¿gratis? Pero, ¿algo te darán? -está claro que el chaval seguía sin creérselo.
"Ser catequista, ésta es la vocación, no trabajar como catequista", dijo el Papa Francisco a los participantes en el Congreso Internacional sobre la Catequesis que tuvo lugar en Roma el 27 de septiembre de 2013.
Ser catequista es una misión, es un modo de ser: podríamos decir que es un modo de vivir.
"Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis" (Mateo, 10, 8).
Y sí, efectivamente, este modo de vivir, en la gratuidad, altruismo y servicio no está de moda. Hoy está de moda "facturar".
Ciertamente las palabras de Andrés despertaron en mí la necesidad urgente de educar en el servicio y en la gratuidad. Estamos muy concienciados de que la catequesis es una educación en la fe, pero no somos tan conscientes de que nuestro testimonio de entrega gratuita y servicio como catequistas pueda ser un gesto fundamental en el que basar una vida de santidad.
El cristianismo es gratuidad
¿Porque qué es el cristianismo sino un derroche de gratuidad?
Pero no podemos transmitir la belleza de la gratuidad si no estamos nosotros mismos continuamente educados en ella. Comentaba también el papa Francisco:
"Ser catequistas requiere amor, amor cada vez más intenso a Cristo, amor a su pueblo santo."
Si nos dejamos amar por Cristo, que nos amó de forma gratuita, y nos abrimos a Él, ese amor que nos regala será tan grande que no lo podremos "almacenar" dentro de nosotros. Nuestro corazón rebosará.
Cristo no será una teoría de la que se habla en catequesis. Nos saldrá natural amar también como Él nos ama.
Y ese amor que recibimos y que no podemos encerrar, llegará a los que nos rodean y también a los chicos del grupo de catequesis; el amor crece a través del Amor.
Ésta es la diferencia entre la caridad cristiana y la filantropía.
Porque Él nos amó primero
No somos catequistas por ser filántropos ni por un "deber" que tenemos, sino porque, al ser amados, amamos. "Nosotros amamos porque él nos amó primero" (1 Jn, 4:19).
Andrés no lo sabía pero su pregunta encerraba la clave de la existencia cristiana y la razón por la que somos llamados a la "gratuidad del catequista". El catequista que camina desde Cristo es consciente de haber recibido el don de la fe y lo da como don a los otros.
Andrés, aquel día, a pesar del asombro con que espetó su pregunta, empezó a descubrir que la finura de la gratuidad de Dios rompe y supera los esquemas humanos de la propina y el beneficio. Andrés estuvo más atento que nunca durante toda la hora de catequesis y al marchar se despidió con un "Gracias".