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3 consejos de santo Domingo para cuando la Iglesia nos falla

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Aleteia Francés - publicado el 31/05/23
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Los cristianos confundidos por los sucesivos escándalos en la Iglesia pueden encontrar un camino para mantener la esperanza viva en el libro "Cuando la Iglesia se derrumba"

Últimamente me encuentro con muchas personas que están desconcertadas por los repetidos escándalos en la Iglesia. 

Estas personas no son víctimas directas de fechorías cometidas por sacerdotes o religiosos; tampoco son culpables de lo sucedido. Pero su fe se ve sacudida por estos eventos. ¡Y con razón! 

Admito que no siempre tengo las palabras para ayudarlos. Reconozco que yo tampoco he salido ileso de la siniestra noticia que pone en evidencia la perversidad de personas que habían dado su vida por la Iglesia.

Cristianos desestabilizados 

En estos momentos de desestabilización, debemos denunciar los crímenes, tratar a las víctimas, reflexionar para que tales horrores no vuelvan a ocurrir. Pero también debemos tener cuidado de no caer en la desesperación. 

No quiere decir que todas estas revelaciones sean solo malos sueños que eventualmente pasarán; sino tener la fuerza de seguir adelante y redescubrir el sabor del Evangelio que es lo único que nos permitirá superar estas terribles dificultades.

En este camino me ha ayudado el ejemplo de grandes santos. Aunque cada época es diferente, los cristianos del pasado han experimentado momentos en los que todo parecía desmoronarse en la vida de la Iglesia. 

Santo Domingo es uno de ellos. En el siglo XIII se enfrentó a una grave crisis en la Iglesia de su tiempo. 

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Santo Domingo

Creo que su actitud nos puede inspirar tres ideas para que también nosotros sigamos de pie cuando todo parece zozobrar en la Iglesia.

Primera pista: atrévete a llorar

Los primeros frailes dominicos cuentan que escucharon a santo Domingo llorando por la noche en la capilla. Las lágrimas acompañaron su oración. Lloró por los pecados del mundo, por los sufrimientos de la Iglesia, desgarrada por las divisiones y la mediocridad de su respuesta a las llamadas del Señor.

Este es un primer ejemplo para reflexionar. Cuando todo parece derrumbarse en la Iglesia, Domingo nos invita a tomarnos el tiempo para considerar nuestro dolor. Tal vez incluso permitirnos llorar.

Este dolor significa que no somos indiferentes, que los dramas que desgarran a la Iglesia nos tocan porque, en el fondo de nosotros, amamos a la Iglesia. No somos solo espectadores.

Segunda vía: conoce tus raíces

Los testigos de la vida de santo Domingo recuerdan que fue un hombre muy arraigado en su fe. Había recibido una sólida educación en la tierra de España donde nació. Esta formación fue intelectual, pero no sólo. También se componía de encuentros con creyentes que lo marcaban, con personas que esperaban la Palabra de Dios. 

Mirar nuestras raíces es darnos cuenta de que queremos que el mensaje del Evangelio siga resonando en el mundo porque es de una riqueza incomparable.

Cuando todo parece derrumbarse en la Iglesia, es bueno volver, como santo Domingo, a nuestras raíces: a tal y tal texto bíblico importante para nosotros, a tal acontecimiento fundante de nuestro camino de fe, a tal persona cuya fe se contagiaba,... 

Este es el segundo consejo que nos da la vida de Domingo: recordar nuestras raíces para darnos cuenta de hasta qué punto nuestra fe nos ha hecho bellas personas. 

Mirar nuestras raíces es darnos cuenta de que queremos que el mensaje del Evangelio siga resonando en el mundo porque es de una riqueza incomparable.

Tercer camino: vencer el mal con el bien

Santo Domingo se enfrentó a sacerdotes y obispos que no estaban a la altura de su misión, en particular porque vivían demasiado ricamente. Conmocionaron, por su forma de vida, a muchos cristianos que abandonaron la Iglesia. 

Domingo propuso entonces una nueva forma de vida religiosa, centrada en la pobreza y la mendicidad, más inspirada en el Evangelio.

Cuando todo parece fluir en la Iglesia, santo Domingo nos recuerda que ciertamente debemos nombrar lo que está mal. 

Pero nunca debes dejarte aplastar por el mal. Es necesario inventar caminos nuevos, inspirados en el Evangelio y en la Tradición de la Iglesia, que permitan salir de la crisis. 

Todos podemos hacerlo a nuestro nivel para no dejarnos fascinar por el mal sino comprometernos para vencerlo con la creatividad que nos da el Espíritu Santo.

Hay motivos para estremecerse ante el rostro de la Iglesia revelado por los sucesivos escándalos. Pero, con Santo Domingo, necesitamos redescubrir la alegría de creer y anunciar el Evangelio. 

Es así como podremos reconstruir lo que debe ser la Iglesia y comprometernos a que su misión no se desvirtúe más.

Para profundizar en este itinerario espiritual de reconstrucción siguiendo a Santo Domingo, el hermano Jacques-Benoît Rauscher ofrece un breve retiro en su libro:

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