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En todo el Evangelio podemos ver muchos ejemplos de cómo Dios quiere participar de la vida de los hombres (el hecho de que se haya revelado, establecido alianzas, por citar algunos).
Sin embargo, de todos, el mayor y más claro ejemplo para explicar este misterio es la Encarnación de Jesús.
En este acontecimiento, Dios entra en contacto con nuestra naturaleza humana y en la historia siendo "Otro", porque es Dios, pero a la vez "lo mismo", es decir hecho hombre.
Por Amor
Jesús, el Hijo de Dios, irrumpe en la historia no como un mero observador, sino para vincularse con su creación.
Jesús viene impulsado por el amor, desde el seno del Padre, para darse del todo al hombre.
Aunque nosotros estamos llamados a acogerlo, podría decirse que en realidad es Él quien acoge a la humanidad en el seno de la Trinidad.
Un día salió "Dios Hijo" de la Trinidad siendo espíritu y haciéndose hombre, y regresa al seno del Padre trayendo consigo a toda la humanidad.
El hecho de que Dios quisiese tomar carne nos muestra este deseo suyo de amarnos de esta manera tan profunda.
León Magno decía: "La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la inmortalidad". Pero ¿por qué?
Dios, en su infinita bondad y amor, quiere, desea, con todo su corazón, que participemos de su vida. Un autor decía que Dios no quiere el cielo sin nosotros.
Cristo, el Camino
Para que el hombre pueda participar del cielo y de la vida de Dios, es necesario que se produzca un encuentro fundamental y solo hay un camino: Cristo.
Cristo es quien nos muestra la imagen y semejanza de Dios que debe ser alcanzada, la perfección de nuestra humanidad, la verdadera medida del hombre para que podamos entender de qué se trata el ser hijos de Dios. Nos permite conocer nuestra naturaleza y nuestro fin.
El Padre María Eugenio del Niño Jesús, en su obra Quiero ver a Dios dice que solo podemos tener parte en la vida divina si nos acercamos mucho a una de las personas de la Trinidad.
Y es Jesús quien nos invita a esta relación íntima, nos convoca con su Palabra, nos entrega su espíritu.
"Permanezcan unidos a mí -nos dirá- "como yo permanezco unido a mi Padre". Y añade "solo así darán fruto" porque seremos alimentados por la gracia, la vida de Dios.
El hombre es movido interiormente hacia las cosas divinas gracias al Espíritu Santo:
La Eucaristía, unión con Dios
Es tan íntima la relación a la que nos llama Jesús, que nos llama para reunirnos en su presencia y a alimentarnos de su carne y de su sangre.
En la Eucaristía, recibimos el todo de Dios, a tal punto que somos tocados físicamente por Él y a la vez, el hombre puede tocar a Dios.
En función de la disponibilidad del corazón de quien lo recibe, grandes gracias se derraman en esa alma.
Estas gracias producen una transformación. Adquirimos un nuevo estado, el de ser hijos verdaderos de Dios.
Dios ve en el cristiano la imagen de su Hijo y lo acoge diciendo "este es mi Hijo muy amado".
Ser Uno con Cristo, es ser habitado por Dios, porque somos incorporados en su vida divina.