A principios de marzo de 2016, un atentado terrorista en un convento y asilo de ancianos en Yemen dejó 16 muertos.
Cuatro de las víctimas eran Hermanas de las Misioneras de la Caridad, la comunidad fundada por la Madre Teresa.
Encontré una estampa escrita a mano esta mañana que conmemora la tragedia. Estaba escondida dentro de mi diario, y rápidamente la pegué con cinta adhesiva en el refrigerador, ya que las dificultades en el hogar y en los titulares de las noticias me han dejado triste hasta el punto de distraerme.
La oración la he estado haciendo después de Misa y antes del desayuno, como era costumbre de las monjas que fueron asesinadas.
Por eso también sabemos que, según la hora del día en que fueron asesinadas, es la última oración que rezaron.
Encuentro en ella palabras simples y orientadas a objetivos; una buena manera de mantener la concentración:
Señor, enséñame a ser generoso. Enséñame a servirte como te mereces; dar y no calcular el costo, luchar y no prestar atención a las heridas, trabajar y no buscar descanso, trabajar y no pedir recompensa.
Regalar oración
La Hermana María, una misionera de la caridad que estaba destinada con otras monjas en mi parroquia en ese momento, me entregó la estampa.
Esta mujer devota me entregó una copia de la oración con una mirada serena en su rostro cuando expresé tristeza por lo que había sucedido en Yemen.
Recuerdo haber encontrado alucinante la paz y la alegría de sor María: "No derrames una lágrima", su sonrisa serena, "¡ya están recibiendo su recompensa!".
Luego, la monja cambió rápidamente la conversación hacia mí: me dio palmaditas en la mano, me dijo que me veía "demasiado delgada" y me preguntó con gran preocupación si me había estado cuidando.
Luego preguntó por mi hermana de una manera que me di cuenta de que había tomado en serio mi pedido de oración de hace unas semanas; ¡incluso recordó el diagnóstico médico de Jenny y su segundo nombre!
En resumen, sor María no sólo me entregó la oración de estas monjas-mártires, sino que la encarnó.
Monjas mártires de Yemen, ¡rueguen por nosotros!