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El 9 de julio, el Papa Francisco anunció la creación de 21 nuevos cardenales, incluidos 18 electores, en un consistorio que se celebrará en Roma el 30 de septiembre, en vísperas del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia. El Colegio Cardenalicio contará entonces con la cifra récord de 137 electores.
Dado que el plazo entre el anuncio de este 9º consistorio de su pontificado y su celebración efectiva es de casi tres meses, ¿qué prevé el derecho de la Iglesia si se celebrara un cónclave antes de esa fecha? ¿Cuándo se hace efectiva la entrada en el Sacro Colegio? ¿Cuáles son las prerrogativas del Papa en cuanto al número de cardenales electores? Estas son algunas de las preguntas que I.MEDIA plantea a Mons. Patrick Valdrini, profesor emérito de Derecho Canónico en la Universidad Lateranense.
Por decimocuarta vez se supera el umbral de 120 cardenales electores
Tras el consistorio del 30 de septiembre de 2023, el Sacro Colegio contará con 137 cardenales electores. De los 18 nuevos cardenales que se incluirán, el Papa ha elegido a ocho de Europa, cuatro de América, tres de África, dos de Asia y uno de Oriente Medio.
La cifra de 137 es un nuevo récord bajo el actual pontificado, y muy por encima del umbral de 120 cardenales electores, fijado por Pablo VI en la Constitución Romano Pontefici Eligendo, el primero de octubre de 1975.
Sin derogar esta disposición, eludirla es una «prerrogativa» del Papa reinante, que es «legislador supremo y puede derogar las leyes promulgadas por un Papa», ya sea él mismo o uno de sus predecesores. Dentro del aparato vaticano, «no existe jurisdicción constitucional», explica Mons. Valdrini. Por tanto, ningún órgano puede invalidar una decisión papal, ya que no existe separación de poderes.
Será la 14ª vez que un Papa supera el límite de 120 cardenales electores. El récord de superación del umbral se estableció en el primer consistorio del siglo XXI, el 21 de febrero de 2001, cuando Juan Pablo II creó 42 cardenales, de los cuales 38 eran electores: el número de cardenales electores llegó a 136. Se acercó de nuevo a este récord con el nombramiento de un nuevo cardenal electo. Volvió a acercarse a este récord en su último consistorio, el 21 de octubre de 2003. En aquel momento, el Sacro Colegio contaba con 135 cardenales electores.
Los últimos papas siempre han mostrado cierta flexibilidad en relación con el umbral de 120 electores. Juan Pablo II superó el umbral en tres ocasiones, Benedicto XVI en dos, y el Papa Francisco lo ha superado en todos los consistorios, nueve veces contando el próximo.
¿Y si el cónclave se reuniera antes del consistorio?
En caso de fallecimiento o renuncia del Papa Francisco antes del 30 de septiembre, la convocatoria de este consistorio, cuya convocatoria está estrictamente vinculada al pontífice reinante, decaería. Por tanto, sólo serían convocados al cónclave los cardenales electores ya creados, que en la actualidad son 121. La condición de cardenal está vinculada a la celebración del consistorio y no simplemente al anuncio de su convocatoria.
El derecho eclesiástico lo expresa así: El artículo 36 de la Constitución Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996, establece: «Un cardenal de la Santa Iglesia Romana que haya sido creado y cuyo nombramiento haya sido publicado en el Consistorio, tiene derecho a elegir al Pontífice según la norma del n. 33 de la presente Constitución, aunque no se le haya impuesto todavía la birreta, no se le haya entregado el anillo y no haya prestado el juramento».
Esta disposición significa que, para los consistorios efectivamente celebrados, la ausencia física de un nuevo cardenal en la ceremonia, por motivos de salud o problemas de transporte —como ocurrió en noviembre de 2020 durante un consistorio celebrado en plena pandemia, o en agosto de 2022 cuando el cardenal ghanés Richard Kuuia Baawobr sufrió un infarto a su llegada a Roma—, no le impide convertirse en cardenal de pleno derecho y, por tanto, participar en un cónclave posterior.
El anuncio de un consistorio sólo es vinculante para el Papa reinante. Si el pontificado actual llega a su fin, como la elección de los futuros cardenales está vinculada a una decisión personal del Papa Francisco, «su sucesor podría no crearlos», afirma Mons. Valdrini. Sin embargo, como es costumbre dar garantías de continuidad, al menos al inicio de un pontificado, el nuevo Papa podría convocar otro consistorio con la misma lista, o con añadidos.
El caso específico de los cardenales depuestos
En cuanto a la participación en el cónclave, la Constitución de 1996 especifica que «no gozan de este derecho los cardenales canónicamente depuestos o los que han renunciado, con el consentimiento del Romano Pontífice, a la dignidad cardenalicia. Además, durante la vacante de la sede, el Colegio Cardenalicio no puede readmitirlos ni restituirlos».
Estos casos de retirada del cardenalato son muy raros, pero se han documentado en la historia reciente. En 1927, el cardenal francés Louis Billot renunció al cardenalato por su desacuerdo con Pío XI sobre la condena de Action Française, y terminó su vida como simple sacerdote jesuita.
Varias décadas después, en 2018, el exarzobispo de Washington Theodore McCarrick perdió su dignidad de cardenal por su implicación en casos de abusos a menores. Sigue vivo, pero ahora reducido a laico, y está siendo procesado por la justicia civil.
El cardenal Keith O'Brien, antiguo arzobispo de Edimburgo, también implicado en casos de conducta sexual inapropiada pero que no perjudicó a menores, se retiró del cónclave de 2013 y luego renunció formalmente a los derechos y prerrogativas del cardenalato en 2015, aunque conservó el título.
Por último, al cardenal Becciu se le retiraron sus prerrogativas como cardenal elector en 2020 debido a las acusaciones de corrupción vinculadas al asunto del edificio de Londres. El ex adjunto de la Secretaría de Estado no podría participar en el cónclave si se celebrara inmediatamente, pero, al igual que los cardenales mayores de 80 años, ha conservado el título de cardenal. Podría recuperar sus derechos si es absuelto al final del actual procedimiento. Una posible rehabilitación sería de nuevo una prerrogativa personal del Papa.