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La presencia de una vela encendida nunca pasa desapercibida. Exalta la alegría de un festejo sobre un pastel de cumpleaños, crea un ambiente íntimo en una velada romántica, permite el recogimiento interior en procesiones religiosas y reaviva el espíritu como símbolo de esperanza durante la época de Navidad.
La luz es tan parte de nuestra vida que no siempre somos del todo conscientes sobre la importancia que tiene y la serie de emociones que despierta, dejando una huella en el alma. Lo cierto es que todos queremos estar donde está la luz y encendiendo una vela podemos, no solo permanecer en ella, sino también llevarla a los demás.
¿Por qué?
La luz crea una atmósfera de serenidad, puede transmitirnos vitalidad y una sensación de bienestar y alegría capaz de combatir la depresión y el cansancio. Al mismo tiempo, la luz nos aporta claridad y calidez, pero también puede ser un motor para la inspiración y una fuente de gran bendición.
«Cristo es la luz del mundo» (Jn 8, 12) y con su sacrificio nos trajo la luz de la gracia, sacándonos de la oscuridad del pecado. Es Él quien nos ayuda a separar la luz de las tinieblas, la verdad de lo que es falso, lo que nos beneficia de lo que no nos conviene.
Y es que al encender una vela podemos, como cristianos, unirnos a Cristo para participar de esa luz y reflejar el brillo de Dios, siguiendo la palabra que dice «Ten cuidado de que la luz que hay en ti no se oscurezca» (Lc 11, 35) porque como Él mismo ha dicho «Ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,14).
Así como la noche nos recuerda la inmensa oscuridad que nos rodea cada día, muchas personas se encuentran hoy en un espacio oscuro de tribulación o prueba, o incluso nosotros mismos podemos percibir una oscuridad que nos pesa. Sin embargo, sabemos que el brillo de una pequeña luz es capaz de disipar y suavizar aun la oscuridad más temible y profunda.
Por eso, encendiendo una vela podemos entrar en la luz de Dios mediante una oración que se ofrece con fe, permitiendo que esa luz nos llene y arda en nuestra alma para llevarla a los demás, con el deseo de permanecer presente de un modo concreto, incluso mientras continuamos con las actividades habituales de nuestro día.
Es un acto de solidaridad
Encender una vela para alguien es un verdadero acto de solidaridad para con esa persona por quien se reza y la situación en la que se encuentra. Con esa llama latente extendemos sus intenciones y nos hacemos parte de una comunión de amor más grande.
Al final no es algo mágico, sino que se trata de una entrega de amor acompañada por un sacrificio para que el asunto en cuestión tenga una resolución según sea lo mejor para las personas involucradas, aceptando la voluntad de Dios.
Encender una vela, al mismo tiempo, nos ayuda a crear un ambiente que nos invita al silencio y a la retrospección. Al contemplar esa llama parpadeante se puede encontrar alivio, calma y mucha paz. Al final de un día ocupado puede ayudar a hacer un examen de conciencia y conciliar mejor el descanso.
Ese tipo de luz es la que nos predispone a esa unión con nuestro Creador y con nuestros hermanos y crea un ambiente acogedor en el hogar a diferencia de otro tipo de luces como las que salen de las pantallas de un teléfono móvil o de la tv.
¿A quién?
Todas las personas necesitan una luz de esperanza por lo que las posibilidades son infinitas. Piensa en personas que hoy están atravesando pruebas grandes como una enfermedad, situaciones de guerra o la pérdida de un ser querido, pero también ten en cuenta a aquellas que se enfrentan a desafíos cotidianos como un examen o una entrevista de trabajo.
Puedes encender una vela por alguien que está cerca o lejos o que ya no está físicamente en esta tierra, alguien que busca una respuesta sobre algún asunto en particular o tiene que tomar una decisión importante; o bien, alguien con la experiencia de un gran acontecimiento que se avecina, como el nacimiento de un hijo o el inicio de un nuevo puesto laboral.
¿Cómo?
Encuentra un sitio seguro en casa donde puedas colocar una vela y acompañarla con una cruz o una imagen sagrada. También puedes incluir una foto de la persona por la que rezas. Y si quieres utilizar algo especial, considera buscar entre cosas guardadas velas bendecidas como las que recibiste el día del bautismo o durante la vigilia Pascual.
Si tienes la oportunidad de acercarte a una iglesia o a un santuario es muy posible que encuentres velas para encender frente a una imagen de un santo, la Virgen María o una imagen de nuestro Señor. Esta práctica piadosa de encender velas es parte de una larga tradición que los peregrinos hacen solicitando y agradeciendo bendiciones y que se comparten en todo el mundo.