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Nada hacía pensar que Luis Drí, ya de 96 años, nacido en el campo entrerriano, que nunca ha ocupado responsabilidades de servicio en el gobierno de la Iglesia, sea designado Príncipe de la Iglesia.
La señal Radio María Argentina entrevistó al neocardenal en la parroquia de Nuestra Señora de Pompeya, en el gran Buenos Aires; santuario en el que además la comunidad capuchina tiene la curia provincial y la enfermería para la atención de los hermanos enfermos y ancianos.
Vía Youtube, e interrogado por sus sentimientos luego de la designación, el padre Dri expresó sentirse humillado: «Muy humillado porque yo no soy nadie, yo soy un pobre fraile, que nací en medio del campo, y sin mayores cualidades o condiciones». «Acepto porque viene del Papa, nada más. No sabía, no me avisaron nada, ni me preguntaron nada», admitió, y reconoció que recibió la noticia como cualquier otro. «Entonces qué voy a decir… gracias, gracias, nada más, otra cosa no puedo», completó.
El padre Dri no podrá asistir a la ceremonia en Roma por cuestiones de salud, según reconoció a Radio María.
Conoció a Francisco recibiéndolo para la confesión en el santuario de Pompeya, cuando éste era arzobispo de Buenos Aires. Pero también lo confesó cuando estuvo en el Vaticano, como recordó entre risas: «Cuando yo estuve en el Vaticano lo primero que me pidió es…”Quiero confesarme” [...] y yo no soy nadie para aconsejar…”, dice con humildad en la entrevista.
Marcado por el sacramento de la reconciliación
El día a día del padre Dri está marcado por el sacramento de la reconciliación. Duerme en la enfermería, se levanta y reza los oficios con sus hermanos frailes. Sus mañanas y sus tardes las dedica a confesar, actividad que disfruta.
«Me siento muy feliz porque la gente sufre mucho, y cuando viene cargada, con la mochila llena, pesada, y se descarga, es como un alivio… Y entonces esa felicidad me la transmite a mí».
El padre Dri pudo confesarse en su momento con el padre Pío. Habló con él, lo observó, quedó admirado, lo vio incluso enojado… «pero nunca decía no puedo», recordó. No obstante, a la hora de recordar a aquellos que marcaron su vida, tuvo especiales palabras para otro cardenal argentino, Eduardo Francisco Pironio.
Lo conoció en Mar del Plata, y, según evocó, «realmente me marcó para toda la vida, me marcó a fuego y tengo todavía las grabaciones de alguna de sus charlas, sobre todo sobre la esperanza, porque él no se cansaba de hablar de la esperanza. [...] Murió realmente como un santo», dijo sobre el hoy venerable.
Finalmente, invitando a confiar en Jesús, María y José, que no fallan, relató que cuando tenía 45 años tuvo cáncer de colon e intestino y «de todas las cosas habidas y por haber».
«Cuando me hicieron los estudios, después de meses, el médico se quedó pasmado. Tenía las placas, el centellograma, y vio que al principio estaba todo tomado, y después, tenía menos y menos. Nada hasta el día de hoy».
«Confiemos mucho en el Señor, no nos alejemos del Señor, no se alejen del Señor. Aunque parezca que el Señor no escucha, el Señor está escuchando siempre, está amando; y María está acariciando con mucho cariño, con mucho amor, con mucha ternura, porque es Madre. Así que: vuelvan a Jesús. Ahí encuentran la paz, la serenidad y la esperanza», sugiere el cardenal de la confesión en esta entrevista con Radio María Argentina.