Los jóvenes se caracterizan por ser alegres, entusiastas y generosos, por eso hay que aprovechar su potencial para ayudarlos a dar lo mejor de sí mismos. En este contexto, vivir una JMJ significa un tiempo y espacio privilegiados, donde la gracia se derrama a raudales, y muy fácilmente, los chicos pueden transformar sus vidas en algo inimaginable para la mente humana, pero totalmente lógico para el amor de Dios.
A estas alturas, los muchachos ya se encuentran en Portugal. De acuerdo con el programa oficial, del 26 al 31 de julio estarán en las diócesis para integrarse a los jóvenes que llegarán del mundo entero. Ahí podrán convivir con las familias y participar en actividades evangelizadoras y culturales, lo cual significa adentrarse en la dinámica familiar y compartir sus raíces, completamente diferentes a las de sus anfitriones, por lo que llevan objetos propios de sus lugares de origen para dejarlos como recuerdo.
Encuentros «Rise Up»
En la propuesta de esta ocasión se encuentra un nuevo modelo de catequesis «Rise up», donde reflexionarán temas lanzados por el Papa Francisco: ecología integral, amistad social y misericordia. Estos se realizarán en las iglesias y lugares cercanos a donde se estarán hospedando.
Otra novedad será la Ciudad de la alegría, en la que se juntarán la Feria Vocacional y el Parque del Perdón, donde se encontrarán a Cristo en medio de ellos, invitándolos a hacer un camino del perdón a la vocación y de la vocación al perdón. Además, en el Festival de la Juventud, los peregrinos compartirán eventos culturales, religiosos y deportivos creados por ellos mismos.
Encuentros con el Papa Francisco
Durante la semana de la Jornada tendrán momentos de fuerte oración que comenzarán con la misa de apertura; después, llegará el Papa Francisco y estará con ellos en el viacrucis, la vigilia ante el Santísimo y la Misa de envío, donde se anunciará la sede de la próxima JMJ en el 2025.
Los jóvenes que han tenido la dicha de participar en las Jornadas anteriores no regresan igual, sino fuertemente sacudidos por la voz de Dios. Ellos saben que tienen un compromiso con Cristo, sobre todo para dar testimonio de lo vivido esos días, que les dejan lazos de amistad y la certeza de que Dios quiere exactamente lo mismo que anunció el Señor Jesús hace 2 mil años: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4). En eso está la santidad: en cumplir la voluntad de Dios.