"No tengáis miedo, tened valor, [...] Dios nos ama". El llamamiento del Papa Francisco, al final de un discurso improvisado, gran parte en español, y marcado por su natural espontaneidad, galvanizó a la enorme multitud reunida en el centro de Lisboa. Las banderas ondeaban al viento, incluidas las de países inesperados como Israel, Papúa Nueva Guinea y la diminuta isla de Nauru, demostrando la magnitud de este encuentro mundial, que ofreció a cientos de miles de jóvenes una experiencia profundamente conmovedora del catolicismo.
Mishal, pakistaní de 26 años, explica que se le humedecieron los ojos. "Es el mejor momento de mi vida y espero que la próxima vez también pueda venir y encontrarme de nuevo con el Papa Francisco". La fraternidad con jóvenes de todo el mundo también la sobrecoge. "Hay gente que no sabe que hay católicos en Pakistán, que sobrevivimos allí", remarca, al tiempo que señala que cuando "les decimos que somos de Pakistán nos quieren, comparten sus sentimientos con nosotros". Volverá a su país con el deseo de compartir un mensaje de amor y "unidad de todo el mundo".
El Papa, de 86 años, que había dicho que la JMJ le iba a "rejuvenecer", pudo conmover a la multitud, que representaba a 200 países, es decir, a la diversidad humana en su totalidad. Este encuentro festivo también estuvo marcado por numerosas actividades, cantos y bailes.
"No estáis aquí por casualidad", dijo el Papa a los cientos de miles de jóvenes que se habían reunido en Lisboa estos días. "Que sean días en los que grabemos en nuestros corazones que somos amados como somos. No como nos gustaría ser, sino como somos ahora. Este es el punto de partida de la JMJ, pero sobre todo el punto de partida de la vida", dijo el Pontífice. "Amigos, si Dios os llama por vuestro nombre, significa que ninguno de nosotros es un número para Dios".
Francisco Fernando, angoleño de 38 años, recuerda la invitación del Papa Francisco a "tener a Cristo Jesús como modelo y cultivar la solidaridad, el amor y la vida dándonos a los demás". Su compatriota Osvaldo Gil, de 34 años, asegura que "respetará mejor a su hermano" y "servirá mejor a su comunidad" después de esta "experiencia surrealista" de encuentro con jóvenes de todo el mundo. Balázs, de Hungría, explica en cambio que este encuentro le sirve de inspiración para "defender a Jesús" cuando vuelva a casa.
El Padre Bob acompaña a una delegación de 15 jóvenes de Taiwán. Viviendo personalmente su tercera JMJ, el sacerdote considera que este momento de celebración en torno al Papa "le dará más motivación para difundir la alegría" a su alrededor en su país, donde solo el 1% de la población es católica.
Luciano, de 28 años, originario de Isla Reunión (región de ultramar de Francia) pero profesor en un instituto de la periferia parisina, vive su tercera JMJ tras las de Madrid en 2011 y Cracovia en 2016. Apreció especialmente la "extraordinaria acogida" de las familias portuguesas. "El Papa Francisco está profundamente cerca de las realidades de los jóvenes; a menudo les dice que hagan realidad sus sueños. Esperamos de él no una palabra divina, sino una palabra de aliento, que nos diga que él también sigue a Cristo y que nos invite a seguirle con él", explica el joven profesor.
Al animar a los participantes de los cinco continentes a transmitir el mensaje de amor de Dios, el Papa Francisco ha sembrado la semilla de un profundo rejuvenecimiento de la fe cristiana, del que estos cientos de miles de jóvenes serán testigos y embajadores en todos los rincones del mundo.