En un ambiente de ebullición, el Papa Francisco llegó hacia las 20.30 horas, vitoreado por más de un millón de jóvenes reunidos en esta zona a 13 kilómetros del centro de Lisboa. Tras caminar en medio de un calor sofocante hacia las zonas reservadas a los distintos grupos presentes, los jóvenes escucharon al Papa Francisco exhortarles a llevar "su alegría a los demás", porque la alegría es "misionera" y no puede permanecer encerrada en uno mismo, insistió.
En una breve meditación, en gran parte improvisada en español, el Papa Francisco subrayó que "el amor de Jesús es lo único gratuito en la vida", invitando a dejarse guiar por Jesús en el camino. "Quien se rinde y deja de caminar, cae", advirtió el Papa Francisco. La vigilia también estuvo marcada por bailes y cantos, y por un ballet de drones que dibujaban en el cielo la inscripción "Levántate", antes de un tiempo de adoración.
Alberto, seminarista coreano que se convertirá en diácono el año que viene, vivió la vigilia con "el corazón encendido". "Los jóvenes han venido diciendo que Dios está aquí, y que nos llama", subraya. En un momento en el que el número de creyentes disminuye, "esto nos puede dar fuerzas para seguir adelante y simplemente seguir el camino por el que caminó Jesús", insiste.
El "acontecimiento clave" de la JMJ
Para Tobias, voluntario zimbabuense de 36 años, "la vigilia es claramente el acontecimiento clave, porque de ahí tomamos nuestros mensajes para volver a casa, para lo que necesitamos hacer espiritualmente". Cree que la Iglesia católica está experimentando un cambio que debería tomar la forma de una "peregrinación" para los jóvenes. La presencia del Papa "es una bendición para nosotros, y nos da vida", mientras que "muchos de nosotros pensamos que no tenemos futuro, que este es el final de nuestras vidas".
Para Aleksandra, polaca de 26 años, la JMJ alcanzó su punto álgido en "esta noche, porque todos los jóvenes están en el mismo lugar bajo el cielo, bajo la puesta de sol". La adoración fue muy bonita", dice esta polaca, que también asistió en su país a la JMJ de Cracovia en 2016. "No es habitual venir aquí y dormir fuera, pero es algo bueno para los jóvenes, cuando tenemos internet todo el tiempo, una vida cómoda en nuestras casas, es una buena experiencia", admite.
Rodney Coco, periodista de Mauricio que vino a seguir al grupo de 180 jóvenes de su diócesis, constata que el número de jóvenes presentes en el Campo do Graça corresponde a toda la población de su país. "Este ambiente me conmueve y me estimula, sobre todo por la dimensión de peregrinación que llevó a los jóvenes a caminar hasta este lugar para encontrarse con Cristo. Me parece muy bonito ver a todos estos jóvenes comprometidos que se atreven a venir aquí, es la esperanza de la Iglesia", explica este joven treintañero, que vive su primera JMJ en el momento de redactar este reportaje.
"Queremos demostrar al Papa que puede contar con nosotros"
Ségolène, una joven francesa que vino con la asociación Fratello, que atiende a personas con discapacidad mental, se emocionó al participar en la vigilia. "Tiene un significado maravilloso porque todos los jóvenes del mundo están juntos. Se ve que la Iglesia es joven, bella y dinámica. Nosotros, los jóvenes, queremos demostrar al Papa que estamos ahí y que puede contar con nosotros", confiesa la joven, que quiere promover ante el Papa y los jóvenes la causa de canonización del sacerdote polaco Jerzy Popieluszko para pedir su "intercesión por Europa".
Para Kelly, de Suiza, esta vigilia marca un nuevo comienzo en su fe. "Hace tres años, estaba enfadada con el Señor por los acontecimientos de mi vida. Le dije al Señor: 'No eres un padre si me haces sufrir así'. Pero este año, durante la Cuaresma, algo hizo clic y le dije a Dios: 'Vamos a intentar volver a confiar el uno en el otro'".
Finalmente, tras ser contactado por la asociación Fratello, este asistente acompaña a la JMJ a tres jóvenes agorafóbicos, que siguen la vigilia a través de la pantalla en su ciudad de acogida, Lisboa. Pero al participar personalmente en este encuentro, Kelly se reencuentra con su fe, en este espacio abierto que domina el vasto estuario del Tajo, que fluye hacia el océano Atlántico. "Es como si, después de cruzar el océano, las olas se calmaran y pudiera volver a ver el puerto y el final de las galeras. Es como volver a casa después de un larguísimo viaje", confiesa.