En México, como en otros países, la influencia del catolicismo está tan presente en nuestra cultura que forma parte importante de nuestra identidad. Esta influencia puede verse tanto en aspectos cotidianos, como los nombres que eligen los padres para sus hijos o las fiestas patronales, como en todo tipo de expresiones artísticas, como la arquitectura; y por supuesto, la gastronomía.
El periodista jalisciense, experto en gastronomía mexicana, Juan Carlos Nuñez, considera que este vínculo entre la religión católica, la gastronomía y la identidad cultural de México no solamente es palpable al ver los platillos que fueron creados en monasterios, sino también en aquellos que dejamos de comer.
Por ejemplo, en vigilia disfrutamos de platillos que, no solo están elaborados sin carne, sino que, tradicionalmente, son preparados exclusivamente para esa temporada, como la capirotada.
Comidas inventadas en conventos:
Juan Carlos explica que "la cocina es un asunto muy vivo y muy difícil de ponerle fecha de nacimiento. Alguien lo hizo, alguien lo probó, le gustó, le hizo algo más y se fue corriendo la voz hasta volverse parte de una comunidad".
Por ello, no hay una manera concreta de saber el origen de una receta, pues, explica, en el pasado no se ponía cuidado en documentar el origen de una receta. Sin embargo, existen algunos registros que nos permiten saber qué platillos muy probablemente surgieron dentro de los monasterios de México.
Con su ayuda, Aleteia recuperó la historia de ciertos platillos típicos de la cocina mexicana que hoy podemos disfrutar gracias a la creatividad de las monjas mexicanas. Estos son algunos de ellos:
1Chiles en nogada
Hay, al menos, tres historias diferentes, todas situadas en Puebla entre 1821 y 1823. Una de ellas le atribuye esta creación a las monjas del convento de Santa Mónica, quienes crearon este platillo para celebrar al emperador Agustín de Iturbide al culminar la guerra de Independencia. Este platillo, creado con insumos propios de la región y la temporada, reúne los tres colores de la bandera y es, hasta la fecha, uno de los platillos más tradicionales y representativos de las fiestas patrias.
El platillo "es un reflejo del Barroco, una expresión cultural muy fuerte de aquella época que se expresa también en la arquitectura, la pintura, y tiene su correlato en la cocina, con platillos muy elaborados, muy llenos de ingredientes (y sabores) muy contrastantes", explica.
2Rompope
La receta está documentada y es una especialidad creada por Sor Caridad del convento de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México, en 1787.
3Mole poblano
Juan Carlos comenta que el mole existe desde antes de que las monjas existieran en este continente, en una versión prehispánica. "Ese mole, que era muy precario, se enriqueció con los ingredientes que llegaron de Europa, más la inventiva y la mano de las religiosas".
Sobre su invención hay varias versiones, pero hay una que dice que "en el convento de las Dominicas de Santa Rosa, en Puebla, lo preparó Sor Andrea de la Asunción para recibir al Marqués de la Laguna, un virrey que venía de Veracruz rumbo a Ciudad de México en 1680. Otra versión dice que las religiosas lo prepararon para el obispo Juan Manuel Fernández de Santa Cruz".
4Buñuelos de rodilla
Es imposible decir quién fue la primera persona que lo hizo, porque muchos postres del mundo son variantes de una mezcla de harina con agua y azúcar que se pone a freír. Pero, ciertamente, están documentados en el convento de Nuestra Señora de la Soledad, en Oaxaca, en 1697.
5tortitas de Santa Clara
Un dulce cuya preparación es muy larga. Se hace sobre una especie de galleta y al centro tiene un resacado que se rellena de una pasta hecha de pepita de calabaza y azúcar. "Una especialidad de las religiosas de Puebla, del convento de Santa Clara. Si no surgieron ahí, ahí se popularizaron" y por ello, llevan su nombre.
6Camotes de Puebla
También son originarios del convento de Santa Clara. La historia cuenta que Sor Josefa de San Agustín pidió permiso para hacer una cajeta que se hacía en su casa con una canasta de camotes que su padre le envió como obsequio al convento. Al hacer su cajeta, se le pasó la cocción.
"Estaba angustiadísima, dice la leyenda, y se encomendó a San Juan Bailón, quien la inspiró. Siguió meneando el cazo hasta que se hizo como una masa y ahí surgieron los camotes de Puebla".
En la actualidad
Actualmente, la cocina del convento tiene una excelente sazón y sigue influyendo en nuestra alimentación diaria. Juan Carlos Núñez considera que, aunque en el presente tiene menos presencia debido a que hay menos vocaciones, menos conventos y un giro en las dinámicas del convento -con muchas más actividades dentro de la vida social y comunitaria, y menos aislamiento dentro del convento-, todavía hay muchos conventos que conservan preparaciones tradicionales de dulces y platillos que forman parte de nuestra identidad como mexicanos.