Seguro que todos estudiamos en el Catecismo que en Dios hay Tres Personas que comparten la misma naturaleza divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a quienes conocemos como Santísima Trinidad. Cuando aprendimos el credo recitábamos esta verdad de fe, y quizás nunca nos pusimos a pensar cómo era posible esto.
Sin embargo, estamos acostumbrados a pensar en Dios como nuestro Padre y en Cristo como nuestro Salvador, pero casi no pedimos al Espíritu Santo que nos inspire e ilumine nuestro camino.
Un tema de tradición en México
En opinión del padre Bernard Olorunfemi, asistente nacional en México de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo, eso es un tema de tradición. Explica que México es un país muy mariano, donde se ama tanto a la Virgen que se puede caer en la exageración y hasta verla como diosa. Por eso, hablar del Espíritu Santo no se ha profundizado lo suficiente.
En este sentido, hay que enseñar a la gente quién es Él y discernir sobre su acción sobre nosotros; ahí está la misión de los que pertenecen a los movimientos carismáticos.
El Kerigma y la Efusión del Espíritu Santo
Sin embargo, dentro de la Iglesia esos son grupos no muy bien aceptados por sus particulares características. Al respecto, el P. Bernard dice que la Iglesia es muy sabia y que a Dios se llega por distintos caminos.
Comenta que los carismáticos han tenido una vivencia íntima de Él, comenzando con el Kerigma, que es un encuentro personal con Cristo que transforma la vida y que les lleva a experimentar la acción del Espíritu Santo a través de su efusión, porque es el Santificador de la Iglesia, quien quedó con nosotros al marcharse Cristo al cielo.
Por eso, para él es indispensable que todos los grupos católicos reciban el Kerigma, un carisma que el Papa Francisco reconoce en ellos y que ha pedido que difundan para que todos tengan ese encuentro personal con Cristo, y después vivan la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Después de eso, cada quien vuelve a su movimiento a seguir sirviendo, pero ya no serán los mismos.
Lo cierto es que el Santificador, Dios Espíritu Santo, estará con nosotros hasta que Jesucristo vuelva, por ello pidámosle que derrame su gracia y sus dones sobre nosotros, y que sus frutos sirvan para vencer el pecado y acercarnos cada vez más al cielo.