En la audiencia general del miércoles 13 de septiembre de 2023, el Papa Francisco dedicó unas palabras a un laico, que fue médico de profesión, científico y profesor universitario, su nombre es José Gregorio Hernández Cisneros, beatificado el 30 de abril de 2021, que además vivió de cerca la primera guerra mundial.
Resulta interesante saber que el doctor José Gregorio, nacido en Venezuela el 26 de octubre de 1864, tuviera la intención de dedicar su vida a los más necesitados, pues sus biógrafos cuentan que comenzó a estudiar a los 17 años, lo que habla de una gran inteligencia, ganando incluso una beca para continuar estudiando en París; y también profesaba un inmenso amor a Dios, ya que acudía a Misa y comulgaba diariamente, rezaba el rosario y pertenecía a la Orden Franciscana Seglar.
Médico de los pobres
Al concluir sus estudios, regresó a su pueblo natal y abrió una consulta donde atendía gratuitamente a los enfermos sin recursos, por lo que era conocido como el médico de los pobres. Es esta cualidad la que, seguramente, llamaría mucho la atención en la actualidad, pues no se trataba de un médico común y corriente, el beato también fue un reconocido científico al que se le atribuyen estudios importantes en bacteriología, embriología, fisiología e histología; así como la introducción del microscopio en Venezuela.
Además, tuvo intenciones de ordenarse sacerdote, por lo que, ya siendo médico, ingresó al monasterio de la orden de San Bruno en la Cartuja de Farneta en la Toscana, Italia, donde permaneció solo un año porque -debido a problemas con su salud- regresó a Caracas y a sus actividades académicas. En 1913 volvió a ingresar en un seminario romano, pero nuevamente tuvo que dejarlo por causa de una enfermedad.
Entregado a su misión y sencillo con todos
Era claro que su misión era como seglar, preocupado siempre por servir a los más desprotegidos, para quienes se había preparado, y a quienes visitaba después de ir a misa, sin cobrar por sus servicios a los que nada poseían. Fue además amado por todos por ser sencillo, simpático, alegre, buen bailarín y entregado a su labor como médico, investigador y maestro.
El valor de su heroísmo estriba también en haber trabajado sin descanso durante la epidemia de gripe española que azotó al mundo en 1918, y después, por ofrecer su vida para que regresara la paz al mundo, que atravesaba por la cruel primera guerra mundial, lo que Dios le concedió, pues el día que se firmó el tratado de paz, falleció atropellado por un automóvil (29 de junio de 1919).
Que Dios nos ayude para que, a ejemplo del beato José Gregorio Hernández Cisneros, queramos entregar nuestras vidas a su servicio, pensando primero en el bien del prójimo y no en el interés económico.