Antes de comprender la verdadera importancia de la felicidad, es interesante analizar el legítimo significado de ser feliz, y para ello es sumamente necesario abandonar ciertos estándares impuestos por el mundo y buscar definitivamente la experiencia de pensar, una experiencia que tantos realizan a diario, pero que rara vez se convierte a la luz natural de la razón. Al fin y al cabo, además de pensar, es importante reflexionar sobre la racionalidad que nos mueve, en el sentido más profundo de la palabra.
Los cerebros animales tienden a acceder a las cosas basándose en las sensaciones, es decir, cuando un animal experimenta una sensación de placer, evalúa la situación como buena; si fue dolorosa, el escenario se categoriza como malo. Los animales no pueden acceder a la verdad, solo a la sensación; es decir, es el placer lo que les mueve, es la satisfacción total y completa lo que hace que algo sea bueno o malo.
El ser humano, en cambio, con su capacidad de pensar racionalmente y también de comprender la trascendencia del ser, debería ir mucho más allá de ese ámbito naturalista que la sociedad actual quiere imponer de la simple dualidad entre sensaciones placenteras y no placenteras.
Una sociedad que solo busca la satisfacción
Tomemos el uso de una vacuna como ejemplo de esta dinámica: una persona con capacidad de razonar comprende la naturaleza del cuerpo humano y la composición de la inyección y se da cuenta de la verdad de que esta inyección es buena para la enfermedad, aunque sea dolorosa y desagradable, pero sabe que es útil. Aquí fue posible romper una barrera que el animal no podía entender; el ser humano es capaz de ver una verdad que el animal no puede ver porque el animal solo entiende de sensaciones y para él lo verdadero es lo placentero, y lo doloroso solo puede ser falso. Pero para el ser humano virtuoso, que busca la verdad, es posible ver la verdad en una inyección, aunque sea dolorosa.
Ante este ejemplo, resulta más claro comprender la dinámica que el mundo intenta limitar al ser humano, y se ve claramente que reducir la capacidad del individuo para comprender la verdad es un objetivo para una sociedad que busca constantemente el mundo inmediato y superficial de la pura satisfacción.
Por lo tanto, antes de afirmar que lo importante es ser feliz, hay que prestar atención al concepto de felicidad que se está utilizando, porque tal concepto erróneo podría ser incluso fatal. Y para tener la maravillosa experiencia de pensar, hay que comprender una particularidad del conocimiento humano que nos hace superiores a todos los demás animales. Mientras que éstos, valiéndose simplemente de su cerebro, emiten juicios basados en las sensaciones, asociando el bien solo a lo que es placentero, el ser humano es capaz de ir más allá de ese conocimiento sensible. Porque la búsqueda virtuosa de la verdad, aunque duela, merece y merecerá siempre la pena.
La comprensión de la verdad
Apliquemos concretamente esta comprensión a la cuestión de la felicidad. Cristo no asoció la experiencia liberadora de la Verdad (cf. Jn 8,32) a la sensación de placer, sino a la cruz y al sufrimiento. Al hacerlo, nos hizo comprender que los sentimientos no son una medida de la verdad de las cosas. Quitemos este engaño de nuestras mentes, porque es bajo la ilusión del sentimentalismo de nuestro tiempo que sufrimos en busca de placeres que nos hagan los verdaderos dioses de nuestras vidas, y acabamos perdiéndonos por tomar tantos caminos alternativos.
Ser feliz no debe entenderse como ser hedonista, siendo la primera y única meta el placer, sino ir más allá del propio ombligo; sin embargo, en este camino hay una senda peligrosa porque desprenderse por completo del mundo de las sensaciones es aniquilar todo el aspecto humano que Dios nos ofrece. Tenemos la capacidad divina de amar y al mismo tiempo poseemos esa máquina extraordinaria pero totalmente limitada que es el cuerpo humano. Somos una creación compleja que no puede reducirse al cuerpo ni entenderse solo como el alma. La felicidad está en esta línea, en la comprensión, racionalidad y realización de la Verdad que nos libera del mundo aunque sigamos en el mundo, que nos libera de estar presos de las sensaciones del cuerpo aunque sigamos en él.
Ser feliz es ir más allá de las sensaciones y cuando comprendes la verdad de las cosas, comprendes también su bien y naturalmente la felicidad se instala.