El viernes en Marsella (Francia), el Papa dirigió un minuto de silencio y un momento de reflexión con líderes religiosos cerca de un memorial dedicado a los marineros y migrantes perdidos en el mar.
La cruz del monumento, la cruz de Camarga, representa las virtudes teologales: los tres tridentes son la fe, el corazón es la caridad y el ancla es la esperanza.
1NO CONVIRTAMOS A LAS PERSONAS EN NÚMEROS
No nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias, y las muertes en el mar como números: no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados. Pienso en tantos hermanos y hermanas ahogados por el miedo, junto con las esperanzas que llevaban en el corazón. Ante semejante drama, necesitamos hechos, no palabras. Pero, antes, hay que dar muestras de humanidad: Necesitamos silencio, llanto, compasión y oración. Les invito ahora a guardar un momento de silencio en memoria de estos hermanos y hermanas nuestros: Conmovámonos ante sus tragedias. [Momento de silencio]
2UNA ELECCIÓN, UNA ENCRUCIJADA
En el libro-testimonio Pequeño Hermano, el protagonista, al final del agitado viaje que le lleva de la República de Guinea a Europa, dice: "Cuando te sientas sobre el mar estás en una encrucijada. A un lado está la vida, al otro la muerte. No hay otras opciones".
Queridos amigos, también nosotros nos encontramos en una encrucijada: Por un lado, la fraternidad, que hace florecer de bondad la comunidad humana; por otro, la indiferencia, que ensangrienta el Mediterráneo. Nos encontramos en una encrucijada de civilización. O la cultura de la humanidad y la fraternidad, o la cultura de la indiferencia: que cada uno se las arregle por sí mismo.
3LA MIRADA DE MARÍA
La Bonne Mère (Buena Madre) suscita en todos los hombres una "intersección de miradas" muy tierna: la primera es la de Jesús, a quien María dirige siempre nuestra atención y cuyo amor se refleja en sus ojos -el gesto más auténtico de la Virgen es "Haced lo que Él os diga", indicando a Jesús-. La otra mirada es la de innumerables hombres y mujeres de toda edad y condición. Ella los reúne a todos y los lleva a Dios…
4UN DON, NO UNA CARGA
Ciertamente, nadie puede ignorar las dificultades que entraña acoger, proteger, promover e integrar a personas inesperadas, pero el criterio principal no puede ser la conservación del propio bienestar, sino la salvaguardia de la dignidad humana. Quienes se refugian entre nosotros no deben ser considerados como una pesada carga que hay que soportar: si, en cambio, los consideramos como hermanos y hermanas, se nos aparecerán ante todo como dones.
5deberes
El Mediterráneo es un espejo del mundo, con el Sur que se vuelve hacia el Norte, con muchos países en vías de desarrollo, azotados por la inestabilidad, los regímenes, las guerras y la desertización, que miran hacia los que están bien, en un mundo globalizado en el que todos estamos conectados, pero en el que las disparidades nunca han sido tan grandes. Esta situación no es una novedad de los últimos años, y este Papa venido del otro lado del mundo no es el primero en advertirla con urgencia y preocupación. La Iglesia lleva más de cincuenta años hablando de ella en tono cordial.
Poco después de la conclusión del Concilio Vaticano II, San Pablo VI, en su Encíclica Populorum progressio, escribió: "Las naciones hambrientas del mundo claman a los pueblos bendecidos por la abundancia. Y la Iglesia, conmovida por este grito, pide a cada hombre que escuche la súplica de su hermano y le responda con amor" (n. 3).
El Papa Pablo enumeró "tres deberes" de las naciones más desarrolladas, "derivados de la fraternidad humana y sobrenatural del hombre… la solidaridad mutua -la ayuda que las naciones más ricas deben prestar a las naciones en vías de desarrollo-; la justicia social -la rectificación de las relaciones comerciales entre naciones fuertes y débiles-; la caridad universal -el esfuerzo por construir una comunidad mundial más humana, en la que todos puedan dar y recibir, y en la que el progreso de unos no se compre a costa de otros-".