Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá (Colombia), se convertirá en el undécimo cardenal de la historia de este vasto país latinoamericano, donde la Iglesia se compromete a apoyar el proceso de paz entre el Gobierno y los movimientos guerrilleros, en el consistorio del 30 de septiembre de 2023.
¿Qué cree que significa su cardenalato para Colombia?
La elección del Papa Francisco no solo está vinculada a mí personalmente -aunque fui elegido como Arzobispo de Bogotá, por la misericordia de Dios-, sino que es ante todo una mirada a la Iglesia en Colombia, entendida como pueblo de Dios: los laicos, campesinos, indígenas, afros, catequistas, anunciadores de la Palabra….
Siento que el llamado a ser cardenal es ante todo un servicio al Pueblo de Dios y un servicio a la comunión misionera de la Iglesia, con el sucesor de Pedro, el Papa Francisco.
¿Significa también un apoyo al proceso de paz en Colombia?
El compromiso con la paz y la protección de la vida sí es un compromiso permanente de la Iglesia en Colombia, con todos los bautizados. Vivimos en esta pedagogía permanente, arriesgándonos por la paz, en diferentes contextos de diálogo y confrontación, especialmente con un servicio humanitario.
Esta elección del Papa me arraiga en una espiritualidad de servicio, en esta opción por la paz, la reconciliación y la vida. Lo estamos haciendo como Conferencia Episcopal y como Iglesia, para que cada parroquia sea un lugar que irradie la paz y la esperanza que viene del Señor, con su Palabra, con la Eucaristía, con el amor de la Virgen María.
¿Qué impacto tuvo la visita del Papa Francisco a Colombia en 2017?
La visita apostólica del Santo Padre se produjo en un momento muy importante, cuando Colombia había llegado a un acuerdo con el grupo armado más antiguo del país, las FARC. El Papa nos dijo: "Colombia, abre tu corazón a Jesús y déjate reconciliar". Ha venido a darnos un impulso en este trabajo por la paz, pero también un compromiso integral por la evangelización.
La gran motivación, la razón de ser de la Iglesia, es la evangelización, pero no una evangelización en las nubes: necesitamos una evangelización con los pies en la tierra. El Papa nos pide a menudo que seamos un hospital de campaña, cerca de los heridos. Este herido puede ser a veces el mismo sacerdote o el mismo obispo: puede estar herido, pero puede estar herido sirviendo a su comunidad. El Papa nos dice que prefiere una Iglesia que se arriesga a ser golpeada y herida a una que se encierra en sí misma. Creo que esto es muy importante. Seguir a Jesús con todo el corazón y dar testimonio de Él en el servicio: ¡en eso consiste ser discípulo misionero!
¿Ayudará el Sínodo a la Iglesia a seguir este camino?
El tema de la sinodalidad debería ayudarnos a situar mejor a la Iglesia como pueblo de Dios. Normalmente, cuando hablamos de la Iglesia, miramos primero a nuestro clero. Pensamos en obispos, sacerdotes y personas consagradas. Pero tenemos que mirar más allá. Este Sínodo debe ayudarnos a aplicar el Concilio Vaticano II, a seguir el proceso de aggiornamento deseado por Juan XXIII, movilizando a todo el pueblo de Dios.