El Sínodo está llamado a construir "una Iglesia que tenga a Dios en el centro y que, en consecuencia, no esté dividida internamente y nunca sea dura externamente", declaró el Papa Francisco en la Misa de apertura del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia, en la Plaza de San Pedro, el 4 de octubre de 2023. En presencia de los cardenales creados durante el consistorio cuatro días antes, recordó que "el Espíritu Santo a menudo rompe nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras previsiones y nuestra negatividad". Rechazó la idea de una "Iglesia rígida que se arma contra el mundo", al tiempo que pidió que "no se deje dictar por el mundo".
Dirigiéndose a los 464 miembros y participantes -cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- de este nuevo sínodo, así como a los 25 mil fieles congregados en la plaza, el Papa Francisco comenzó su homilía pidiéndoles que dejaran de lado cualquier "mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas". "No estamos aquí para llevar a cabo una reunión parlamentaria o un plan de reforma", insistió, mientras los miembros se preparan para un mes de reuniones en el Vaticano para discernir el futuro de la Iglesia.
En cambio, instó a los padres y madres sinodales a "caminar juntos bajo la mirada de Jesús (…) una mirada que bendice y acoge". Para ello, les pidió que cultivaran la "sabiduría espiritual", la de "una Iglesia que, con espíritu alegre, contempla la acción de Dios y discierne el presente".
Esta Iglesia, "en medio de las olas a veces turbulentas de nuestro tiempo, no se desanima, no busca resquicios ideológicos, no se atrinchera tras convicciones adquiridas, no cede a soluciones fáciles, no se deja dictar por el mundo", insistió el Pontífice, recordando el discurso de Juan XXIII al inicio del Concilio Vaticano II. Ante los retos y problemas actuales, la Iglesia debe redescubrir su comunión con Dios "con temor y humildad", sin olvidar que existe "solo para llevarlo al mundo".
"La cuestión fundamental"
Citando a Benedicto XVI, el Papa dijo que si Dios ha "roto el gran silencio" de la historia encarnándose y hablando a la humanidad, a la Iglesia le queda encontrar cómo "llevar esta realidad a los hombres de hoy para que se convierta en salvación". "Esta es la cuestión fundamental", insistió el Pontífice, subrayando que la tarea primordial del Sínodo es "volver a centrar la mirada en Dios", para construir "una Iglesia que tenga a Dios en el centro y que, por ello, no esté dividida internamente y nunca sea dura externamente".
La Iglesia católica también debe ser "hospitalaria" y acogedora, insistió el Pontífice, para afrontar los "nuevos desafíos culturales y pastorales" de nuestro tiempo con una "actitud interior cordial y amable" que permita la confrontación "sin miedo".
En el diálogo sinodal, en este hermoso 'caminar en el Espíritu Santo' que emprendemos juntos como Pueblo de Dios, podemos crecer en unidad y amistad con el Señor para mirar con sus ojos los desafíos de hoy"
Dejando su texto, pidió que no nos limitáramos a teólogos y especialistas, recordando la profunda sabiduría de una anciana analfabeta que había encontrado un día en una parroquia.
Las tres grandes "tentaciones"
El Papa Francisco advirtió contra las tres grandes "tentaciones" que podrían amenazar al Sínodo: "ser una Iglesia rígida, que se arma contra el mundo y mira hacia atrás; ser una Iglesia tibia, que se somete a las modas del mundo; ser una Iglesia cansada, replegada sobre sí misma".
La Iglesia, por el contrario, "necesita siempre ser purificada, ser 'reparada'", dijo, "porque todos somos un Pueblo de pecadores perdonados, que necesita siempre volver a la fuente que es Jesús y emprender de nuevo los caminos del Espíritu" para poder hablar al mundo.
El Pontífice tomó como modelo la "reforma" iniciada en la Iglesia por San Francisco de Asís en el siglo XII. El Poverello "no criticaba ni reprochaba a nadie, sino que empuñaba las armas del Evangelio: humildad y unidad, oración y caridad", recordó.
Tras el retiro, antes de la Congregación General
Los miembros del Sínodo habían estado tres días de retiro espiritual, guiados por una monja benedictina, la Madre Maria Ignazia Angelini, y un sacerdote dominico, Timothy Radcliffe. Durante estos días de meditación, el padre Radcliffe advirtió contra la tentación, durante el Sínodo, de "hacer caer fuego del cielo sobre aquellos con los que no estamos de acuerdo", instándoles a "desterrar estos impulsos destructivos de nuestra reunión".
El padre Radcliffe deseó que los participantes estén "libres de competencia entre sí". El Sínodo será "doloroso a veces", habrá "verdades que preferiríamos no afrontar", pero "experimentaremos tal alegría que la gente nos envidiará por estar aquí y deseará asistir a la próxima sesión del Sínodo", prometió.
El fraile dominico abogó por la tradición jesuita del discernimiento, diciendo de paso que "la verdad no se alcanza por mayoría de votos, como tampoco se dirige una orquesta o un equipo de fútbol por votación". Al final de la reunión, se pedirá a los 365 miembros que voten un texto que resuma los debates. Esta tarde comenzarán los trabajos con la apertura de la primera Congregación General.