Una psicóloga ofrece respuestas para las personas que se sienten solas y comparte cuál es la experiencia de unidad que supera todo sentimiento de soledad.
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¿Qué es exactamente la soledad? ¿De dónde viene ese sentimiento? ¿Es posible huir de él? ¿O puedo gestionarlo de alguna manera que lo convierta en algo positivo? La profesora de Psicología de la Universidad Francisco de Vitoria Saray Bonete ofrece, en la siguiente entrevista a Aleteia, unas valiosas aclaraciones y respuestas, así como la clave definitiva para superar el aislamiento.
¿Qué es la soledad?
La soledad en una primera definición se refiere a la carencia de compañía, voluntaria o involuntaria, según la Real Academia Española. Pero si bien es verdad que suele venir acompañada del hecho de estar o no en compañía, es una experiencia propia del ser humano.
Somos seres sociales y dependientes, que desde el nacimiento requerimos del cuidado protector y del calor humano. Y al mismo tiempo, somos seres diferentes y únicos. La experiencia de ser alguien distinto de otro es constitutiva de nuestra naturaleza. Y en ese descubrimiento se da esa distancia de los otros, a partir de la cual surge la experiencia de la soledad.
¿Por qué nos sentimos solos? ¿De dónde viene ese sentimiento?
Las emociones básicas -alegría, tristeza, miedo, asco, enfado y sorpresa- se combinan e interactúan conjuntamente con procesos psicológicos básicos, como son el pensamiento y el lenguaje, y aparecen otras emociones más complejas y sentimientos entre los que podríamos incluir la soledad, la culpa, o la vergüenza.
La soledad tiene un componente cognitivo fundamental en el que uno se siente o encuentra "a parte", por eso se asocia a la ausencia de apoyo social. Una cosa es estar físicamente solo, y otra es sentirse solo: uno puede sentirse solo en medio de una multitud o incluso acompañado por sus seres más queridos.
Personalmente, no me gusta el término extendido de "soledad no deseada", como si hubiera otro proceso que fuera el de soledad "deseada".
¿La soledad es inherente a la condición humana?
Sí, somos seres sociales, y al mismo tiempo únicos e irrepetibles. En esa unicidad, así como en el proceso de formación de nuestra identidad, es condición necesaria -diríamos- que se experimente soledad.
Por eso no se puede decir que la soledad sea una experiencia negativa, o una experiencia a evitar. Es más, la soledad tantas veces abre la puerta al conocimiento personal, a la introspección… Y en ese encontrarse con uno mismo, descubriéndose diferente al otro, es también donde aparece la experiencia de unidad.
Se abren distintas posibilidades. Por un lado está la cuestión de buscar la compañía para favorecer el encuentro con otros. Eso facilita que aparezcan experiencias de unidad y comunión.
Por otro está la cuestión de aprender a estar solo, como espacio vital en el que uno entra en contacto consigo mismo. Este espacio a veces le permite a uno también transcenderse a sí mismo, abrirse a grandes preguntas. Ese disconfort que siente de distancia de los otros lleva a buscar a ese Otro.
Alguna de la sintomatología clínica que se ve en la consulta psicológica tiene que ver con estar físicamente aislado de compañía física de otros. Pero tanta más está relacionada con no saber entablar relaciones verdaderas de auténtico encuentro, o no saber permanecer en la soledad de la interioridad de uno mismo, ser capaz de mirarse a uno mismo, de reconocerse, de aceptarse…
Sin embargo, para que en la edad adulta tengamos la madurez de hacer esto, ha sido necesario que otro antes te haya mirado, reconocido, aceptado… Otro del que te has sabido reconocer diferente y al mismo tiempo unido a él. Por eso, la terapia muchas veces se convierte en ese lugar en el que otro te mira, te reconoce y te acepta como eres, facilitándote el proceso en el que entras en contacto contigo mismo y atraviesas la experiencia de soledad con la fortaleza suficiente para no abandonar antes de que se produzca ese crecimiento.
En la Teología del cuerpo desarrollada por Juan Pablo II, la experiencia originaria de la soledad es la que permite dar el paso a la experiencia originaria de unidad. Es decir, justamente porque me siento solo y diferente me abro a los otros y me encuentro con ellos. Y más aún cuando esa apertura me lleva a encontrarme con Dios, que se manifiesta en la presencia de los otros, pero también más allá de que haya otros a mi alrededor.
¿Cómo se supera definitivamente la soledad?
La experiencia de soledad - el disconfort, sentimiento de aislamiento o desamparo- muchas veces se supera por la conciencia de saberse acompañado de Uno que es más grande que yo mismo y que los otros de mi alrededor. El encuentro personal con Cristo es la clave de la superación de la soledad experimentada a raíz de la ausencia de otros, o de la diferencia con los otros.
Al bebé, que aún no tiene pensamiento y lenguaje desarrollado para hacer una elaboración de la experiencia, la presencia de la madre le basta para superar la sensación de soledad; al niño, a veces los padres o el contacto con otros niños; al adulto, a veces la cercanía de otros.
También en clínica, la presencia del terapeuta que te acepta como eres y te proporciona esa seguridad de que eres alguien importante es uno de esos modos en que se supera la sensación negativa de soledad.
Y por encima de todos esos encuentros, tenemos el testimonio de todos aquellos que experimentan un encuentro interpersonal con Cristo, que trae consigo la experiencia de unidad que supera todo sentimiento de soledad.
De hecho, hay situaciones vitales de máxima importancia que uno afrontará en último término solo, o en ausencia de compañía (como es, por ejemplo, el momento de la muerte).
Y en la presencia real de Cristo, en el encuentro interpersonal con Cristo, se ve superada esa soledad.