La misión y vocación que cada persona ha recibido es su propio camino hacia la santificación. En el caso de la maternidad, este camino es un preciado regalo que les permite a las madres, no solo trabajar por alcanzar la vida eterna para sí mismas, sino que son ellas quienes inculcan la fe y sientan las bases para que sus hijos busquen a Dios en sus vidas y se santifiquen ellos también.
Como santa Teresita del Niño Jesús aseguró: "La obra más hermosa de Dios es el corazón de una madre".