San Antonio María Claret fue un sacerdote que anhelaba ir a la misión; después de ordenarse, partió a Roma donde se desempeñó como encargado de misiones en el Vaticano. Luego volvió a España y durante siete años fue predicador, haciendo fama de taumaturgo.
Fundó la congregación de misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, que consagró a la Virgen, y después partió a Cuba a realizar su ministerio. Nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba, pudo cumplir su sueño de ser misionero.
De vuelta a España, fue confesor de la Reina y participó del Concilio Vaticano II. El santo rosario fue la oración que lo acompañó toda su vida. He aquí algunas de sus frases que lo demuestran.