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Francisco Castelló era un joven de 22 años que se encontraba en su servicio militar cuando comenzó la guerra civil española.
El 20 de julio de 1936 fue detenido y encarcelado por ser católico; después, le propusieron apostatar de su fe para salvar la vida, a lo que él respondió:
Si ser católico es delito, acepto gustosamente ser delincuente, ya que la mayor felicidad del hombre es dar la vida por Cristo, y si tuviera mil vidas, sin dudar, las daría por Él".
Francisco Castelló fue fusilado a medianoche, no sin antes perdonar a sus verdugos y escribir cartas a su novia, familia y director espiritual.
Una de sus frases más conocidas es: "A cada contrariedad, una sonrisa".