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"Adorar a Dios y amar a nuestros hermanos con su amor es la reforma grande y duradera", dijo el Papa en la misa de clausura de la primera sesión romana del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia, el 29 de octubre de 2023. Dirigiéndose a los participantes en el Sínodo reunidos en la basílica de San Pedro de Roma, el Pontífice argentino les pidió que no se basen en "estrategias" o "cálculos humanos" para reformar la Iglesia, sino que vuelvan al corazón del mensaje cristiano.
Al llegar unos minutos antes a la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco pudo saludar desde su silla de ruedas a los miembros no obispos del Sínodo que se dirigían por la nave central de la basílica hacia los cruceros. Ante 5 mil fieles, unos 300 obispos y cardenales de todo el mundo, que habían venido a trabajar durante un mes sobre el futuro de la Iglesia, ocuparon sus puestos en una larga procesión.
La víspera, los miembros del Sínodo, reunidos en el Aula Pablo VI del Vaticano, votaron por mayoría de dos tercios un resumen de 42 páginas con ideas para hacer la Iglesia más participativa e inclusiva. Nuevos ministerios para los laicos, cuestiones sobre el diaconado femenino y la corresponsabilidad de clérigos y laicos en todos los niveles de la Iglesia son algunas de las ideas que guiarán a los padres y madres sinodales hasta la sesión final del Sínodo, en octubre de 2024.
En su homilía pronunciada en italiano, el Papa Francisco recordó "el principio y el fundamento" de toda reforma: "amar a Dios con toda nuestra vida y amar al prójimo como a nosotros mismos". Esto significa dejar de lado "nuestras estrategias", "los cálculos humanos" y los reflejos mundanos. "Este es un riesgo que siempre podemos correr: pensar que 'controlamos a Dios', atrapando su amor en nuestros esquemas", advirtió.
Para volver al "corazón de todo", el Pontífice, que cumplirá 87 años en diciembre, propuso dos remedios. En primer lugar, la "adoración" de Jesús ante el sagrario. "Que la Iglesia sea adoradora: en cada diócesis, en cada parroquia, en cada comunidad, adoremos al Señor", insistió.
Esta oración de adoración nos permite "no ponernos en el centro" y evitar así "las idolatrías mundanas que a menudo nacen de la vanidad personal". A continuación, el Papa enumeró toda una serie de males que amenazan a los cristianos: "la sed de éxito", "la autoafirmación a toda costa", "el atractivo del arribismo" y "la avidez de dinero". "El diablo entra por los bolsillos", advirtió al salir de sus apuntes. Ante los miembros del Sínodo, también señaló con el dedo "la idolatría disfrazada de espiritualidad", es decir, "mis ideas religiosas, mis proezas pastorales".
No hay "buena conducta" en la Iglesia
Con la adoración viene también el "servicio", siguió enseñando el jefe de la Iglesia católica. "Podemos tener muchas buenas ideas para reformar la Iglesia, pero recordemos: adorar a Dios y amar a nuestros hermanos y hermanas con su amor es la gran y duradera reforma", subrayó, abogando por una "Iglesia de servicio que lave los pies de la humanidad herida".
Como había subrayado este verano en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, el Papa desea una Iglesia que acoja a todos, "una Iglesia que nunca exija un boletín de "buena conducta", sino que sea "un puerto de misericordia".
Para concluir, el Papa confió en que aún no sea posible ver "todo el fruto" del proceso sinodal lanzado en 2021 a nivel local y luego continental. "El Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, llevando a todos la alegría consoladora del Evangelio".