La oración hecha con fe a Dios, nunca será desoída. Jesucristo nuestro Señor nos enseño a decir "Padre nuestro", por eso, confiados en el poder y la misericordia divina, nos dirigimos a a Santísima Trinidad con el siguiente ruego.
Oración
Dios santo, poderoso, inmenso; desde
el trono de tu majestad dirige una
mirada compasiva a este gusano de la
tierra, que postrado y lloroso demanda
tu clemencia: Santo, Santo, Santo,
Señor, Dios de los ejércitos, llenos están
los cielos y la tierra de tu gloria.
Y en medio de tanta grandeza, ¿escucharás
mis gemidos...? Sí, porque eres mi
Dios. Sí, porque al llamarte Dios Padre,
Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, pongo en
Ti mi fe, confieso mi redención y
espero el cumplimiento de tu palabra.
iCon cuánta ternura, Señor, repito,
Santo, Santo, Santo! Señor: Mi corazón
se dilata y siente un regocijo extraordinario;
mi fe de tal manera se aumenta,
que estoy seguro, cierto de que seré feliz.
Hoy he dicho: Santo, Santo, Santo: pues
la peste no emponzoñará mi pobre
aliento, la desnudez, la miseria, el hambre,
no llegarán a mis puertas; el rayo
no caerá sobre mi cabeza; el huracán, el
temblor, la centella y el incendio me
respetarán y mis enemigos temblarán
a mí presencia, pues verán en mi frente
el auxilio divino.
Mis labios y mi lengua que te han alabado,
estarán tranquilos y en mi corazón
descansará la paz, la resignación y la
conformidad en un todo con tu suprema voluntad.
En mis enfermedades repetiré mil veces:
Santo, Santo, Santo. Este dulce nombre
será mi escudo.
Dios mío, tened piedad de mi, sé mi
amparo y concédeme que no se separe
de mis labios tu alabanza, y que, si
hoy fuere llamado juicio, tenga en mi
favor haber repetido constantemente:
Santo, Santo. Santo, Señor, Dios de los
ejércitos, llenos están los cielos y la
tierra de tu gloria.
Amén.