En un momento de intenso sufrimiento por la muerte de su mujer, Rafael Rodríguez- Ponga descubrió el valor sanador de la palabra. Leer poesía le ayudó a reconocer sus sentimientos y a crecer como persona en el proceso de duelo. Por eso decidió recopilar poemas relacionados con la muerte y compartir sus reflexiones en el libro Poesía para vencer a la muerte.
"La palabra cura, sana", aseguró en la presentación del libro, el 25 de septiembre de 2023 en la sede central del Instituto Cervantes en Madrid. "Cuando uno no sabe expresar lo que verdaderamente le pasa, se desespera", constató.
Pero en medio de su sufrimiento producido por la pérdida, recibió una poesía de una amiga. Eso le ayudó, así que recurrió a los libros.
Un proceso liberador
"Empecé a ver que estos sentimientos y este dolor ya estaban expresados", recordó. Y afirmó: "Los poetas del Instituto Cervantes contribuyeron a salvarme la vida".
El autor está convencido de la necesidad de la comunicación humana para superar el sentimiento de abandono ante la muerte.
"Y si además esa palabra es expresada con belleza y produce una emoción estética, ese sentimiento empieza a superarse", explicó.
Entonces las palabras realmente pueden ayudar en el proceso psicológico del duelo, según Rodríguez-Ponga, rector de la Universitat Abat Oliba CEU.
"Se produce ese efecto, primero de imitación, de sentir esa relación con el poeta, lo cual produce una liberación y por tanto la purificación", aseguró.
"Al superarlo uno quiere ser mejor, más fuerte, más resistente, lo que ahora se llama la resiliencia", añadió, destacando que el duelo se convierte así en un proceso de crecimiento.
Lingüista de formación, Rodríguez Ponga quiso plasmar sus reflexiones y ofrecer una selección de poesías que ayudan en el duelo en un libro de más de 400 páginas.
La parte de la antología incluye poemas, canciones, oraciones diversas… todas del mundo hispánico. Aquí algunas frases recogidas en el libro:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¡Las palabras que lanzo no me salvan!
Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, mas no encuentro mi reposo.
Tú, sin embargo, estás en el Santuario, de allí sube hasta ti la alabanza de Israel.
En ti nuestros padres esperaron, esperaban y tú los liberabas.
A ti clamaban y quedaban libres, su espera puesta en ti no fue fallida.
Mas yo soy un gusano y ya no un hombre, los hombres de mí tienen vergüenza y el pueblo me desprecia.
Todos los que me ven, de mí se burlan, hacen muecas y mueven la cabeza:
"¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!"
Me has sacado del vientre de mi madre, me has confiado a sus pechos maternales.
Me entregaron a ti apenas nacido; tú eres mi Dios desde el seno materno.
No te alejes de mí, que la angustia está cerca, y no hay nadie que pueda ayudarme.
Me rodean novillos numerosos y me cercan los toros de Basán.
Amenazándome abren sus hocicos como leones que desgarran y rugen.
Yo soy como el arroyo que se escurre; todos mis huesos se han descoyuntado; mi corazón se ha vuelto como cera, dentro mis entrañas se derriten.
Mi garganta está seca como teja, y al paladar mi lengua está pegada: ya están para echarme a la sepultura.
Como perros de presa me rodean, me acorrala una banda de malvados. Han lastimado mis manos y mis pies"
"Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos"
"Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
con ese mismo invierno que hiela las canciones
cuando la tarde cae en la radio de un coche,
como los telegramas, como la voz herida
que cruza los teléfonos nocturnos,
igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
como las dudas y las certidumbres,
como mi silueta en la ventana,
así duele una noche,
con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
con esa misma nieve que me ha dejado en blanco, pues todo se me olvida
si tengo que aprender a recordarte".
"Oigo a lo lejos el canto de la tormenta,
que las campanas del Ángelus acallen a los pájaros ausentes,
que en su pico dorado, ligeros como ángeles
porten un alma risueña tatuada de libros.
Unos dedos rosados y frágiles
han dejado su estigma de bondad en tantos seresurdando sus silencios de eternidad en los corazones afligidos.
Descanse en el aire su corazón de alondra
y que el mar la acune con el susurro de mil caracolas"