Cada vez más, nuestros adolescentes comienzan relaciones sentimentales a edades más tempranas. Los noviazgos surgen a los 12 o 13 años, y, a menudo, priorizan esas relaciones sobre familia, amigos o estudios.
Sin embargo, la realidad es que, a esa edad, no están preparados para afrontar las complejidades que lleva consigo un noviazgo. Por un lado, un preadolescente está en pleno proceso de descubrir su identidad, vive una etapa en la que probará a ser hipster, underground o pijo; todo en el mismo año. Está buscando quién es o quién quiere ser, explora distintos estilos y busca definirse. Es un periodo crucial, un trabajo en progreso, hasta que se sienta seguro de quién es y qué busca en una relación.
La búsqueda de la pareja perfecta
La vida de un adolescente puede depender en gran medida de la persona que elige tener a su lado. Si espera a dar ese paso cuando está un poco más seguro de sí mismo, cuando su proceso de crecimiento está más avanzado, podrá seleccionar con mayor claridad y criterio a quien encaje en sus prioridades.
Ya no estará a merced de las circunstancias, sino que buscará lo que considera indispensable. Recientemente, Mr. Square describió este asunto de manera gráfica: la búsqueda de la pareja perfecta en las relaciones sentimentales es similar a saltar en paracaídas: cuanto más alto estás, mejor será el descenso (sin llegar tan alto que te quedes sin oxígeno, claro). Igualmente, cuanto más maduro sea el adolescente, más capaz será de enfocarse en lo verdaderamente importante.
Además, en edades tempranas, los adolescentes a menudo carecen de la habilidad para manejar las intensas emociones que surgen en una relación. A veces, enfrentarse a la tarea de estudiar puede volverse complicado. El subidón de los primeros tiempos del noviazgo puede distraer de las responsabilidades académicas, y, desde luego, les resultará imposible estudiar un examen importante de Química si ese día les ha dejado su novio.
En el caso de las chicas, el inicio de relaciones a los 13 años puede llevar, en ocasiones, a desarrollar una mala reputación a los 15. ¿Realmente podrán salir indemnes de algo así? Esto puede tener repercusiones alarmantes, que podrían hundirlas hasta niveles preocupantes en su entorno social.
Las implicaciones de terminar una relación
En adición a lo anterior, se requiere una madurez considerable para afrontar la conversación de querer terminar una relación. La mezcla de sentimientos como la pena, la vergüenza, y el torbellino emocional, puede llevar a alguien a mantener una relación por la que ya no siente ningún interés. La incapacidad para lidiar con estos complejos sentimientos y el miedo a lastimar a la otra persona o a afrontar el proceso de ruptura, pueden llevar a mantener una relación vacía y sin futuro.
Estas relaciones no solo afectan a la pareja involucrada, sino que también pueden fracturar grupos sólidos de amigos y afectar a relaciones cercanas. Los vínculos íntimos que se forman durante el noviazgo, una vez que se rompen, pueden generar tensiones incómodas y transformar irreversiblemente las pandillas. La sensación de incomodidad se arraiga profundamente, dificultando la restauración de la conexión, y provocando que las cosas nunca vuelvan a ser como antes. En esas edades, retornar a la amistad después de una ruptura es una tarea desafiante, y, en muchos casos, prácticamente imposible.
¿Qué es lo ideal?
Es recomendable esperar -al menos- hasta los 18 años, ya que así se garantiza tener mucho más que ganar y menos que perder. A esa edad, se cuenta con mayor madurez emocional para manejar los altibajos de una relación y se pueden tomar decisiones más informadas. ¿Les ahorramos disgustos animándoles a esperar? ¿Why not?