"Construir puentes para la paz, empezando por los jóvenes". La ambición presentada en el octavo Foro para el Intercambio y la Paz en la Península Coreana, celebrado el 18 de noviembre, es grandiosa. Mientras más de 100 líderes religiosos, diplomáticos, académicos y líderes civiles se reunían en Seúl para debatir soluciones innovadoras para lograr la paz, el arzobispo de Seúl, Peter Soon-taick Chung, compartió su sueño de invitar a los jóvenes norcoreanos a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Seúl en 2027.
"La cultura de la división, en la que la desconfianza y la duda son omnipresentes, domina el ambiente. Las relaciones intercoreanas deben ahora cambiar de ritmo y superar los 70 años de conflicto del pasado", afirmó, antes de concluir: "La labor misionera en Corea del Norte no es solo mi vocación como Administrador Apostólico de Pyongyang, sino también mi deber como ciudadano coreano". Ahora se cursará la invitación a participar en la JMJ, que "se enviará al gobierno de Corea del Norte en la forma y por los canales adecuados".
48,6% más católicos en 19 años
La decisión de organizar la JMJ en este país asiático no es ninguna sorpresa. El catolicismo está en auge en Corea del Sur. En 2020, un informe del Instituto de Pastoral Católica de Corea del Sur mostraba que el número de católicos en el país había pasado de algo menos de 4 millones en 1999 a 5,9 millones en 2018, un aumento del 48,6%. Al mismo tiempo, la población del país solo había aumentado un 21,6%, analizó Courrier International.
El tema de la reconciliación podría desempeñar un papel importante en esta JMJ de Seúl. En 2014, el Papa Francisco celebró una Misa por la reconciliación y la paz en Corea, dividida entre el Sur y el Norte. Ningún Papa ha pisado nunca suelo norcoreano, pero ha habido tímidos pasos en esta dirección durante el pontificado del Papa Francisco.
En 2018, el Papa indicó su disposición a visitar Corea del Norte si recibía una invitación oficial -que hasta ahora no se ha producido-. Respondía así a una petición del expresidente surcoreano Moon Jae-in, ferviente católico y muy comprometido con la reunificación de la península coreana.