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Para las monjas de clausura, el adviento es un tiempo de esperanza y alegría en el que se renueva su fe y su amor por el Señor que viene. Según explica la hermana María, del monasterio de las Clarisas de Madrid, el adviento es "un tiempo de gracia, de renovación interior, purificación, conversión y de preparar el corazón para acoger al Niño Dios".
Las monjas siguen el ritmo del año litúrgico, que marca las lecturas, cantos y oraciones de cada día. Además, realizan algunas actividades especiales durante el adviento, como la novena de la Inmaculada Concepción, el rezo del rosario de las antífonas de adviento, la bendición de la corona de adviento, la elaboración del belén y la decoración del monasterio.
Un tiempo de silencio y de compartir
El adviento también es un tiempo de silencio y de compartir en el que las monjas se esfuerzan por vivir la caridad fraterna y la comunión con la Iglesia y el mundo. Según cuenta la hermana Teresa, del monasterio de las Carmelitas Descalzas de Ávila, el adviento es "un tiempo de escucha, de estar atentas a la voz de Dios que nos habla en el silencio, de estar disponibles a su voluntad, de ofrecer nuestra vida por la salvación de las almas".
Las monjas también se sienten cercanas a las necesidades y las alegrías de las personas que les escriben, visitan o piden oraciones. Así lo expresa la hermana Ana, del monasterio de las Benedictinas de Barcelona: "El adviento es un tiempo de solidaridad, de intercesión, de acompañar con nuestra oración a tantas personas que sufren, esperan, se alegran y nos confían sus intenciones".
Un tiempo de espera y de encuentro
El adviento culmina con la celebración de la Navidad, el momento en que las monjas celebran el encuentro con el Niño Dios, que se hace presente en el pesebre, en la eucaristía y en el corazón de cada una. Según afirma la hermana Isabel, del monasterio de las Dominicas de Sevilla, la Navidad es "un tiempo de gozo, de acción de gracias, de adoración, de contemplar el misterio de la encarnación, de recibir el don de Dios hecho hombre por amor a nosotros".
Las monjas viven la Navidad con sencillez y con alegría, compartiendo la liturgia, el canto, la convivencia y la fiesta. También tienen gestos de generosidad con las personas más necesitadas, a las que ayudan con sus donativos o con sus productos artesanales. Así lo manifiesta la hermana Laura, del monasterio de las Trinitarias de Salamanca: "La navidad es un tiempo de dar, compartir, de hacer presente el amor de Dios a los demás, especialmente a los más pobres y a los que sufren".
Los monasterios de clausura son lugares donde se vive el adviento y la Navidad con una intensidad y una profundidad que nos pueden inspirar y ayudar a preparar nuestro corazón para acoger al Niño Dios.
Las monjas nos invitan a vivir este tiempo con esperanza, alegría, silencio, solidaridad, gozo y amor. Ellas nos ofrecen su testimonio, oración y amistad; y nos piden que también recemos por ellas y por sus vocaciones.