Mientras los fieles de todo el mundo se preparan una vez más para celebrar el año nuevo, algunos aprovechan para reflexionar sobre su año. Hace un año, el 31 de diciembre de 2022, cientos de fieles llevaban ya unos días rezando por Benedicto XVI tras el preocupante anuncio, tres días antes, sobre su estado de salud. Y entonces llegó el anuncio, sobrio y doloroso. El Papa emérito fallecía a las 9:34 horas del 31 de diciembre en el monasterio Mater Ecclesiae de los jardines vaticanos, donde residía desde su renuncia en 2013.
"Señor, te amo", fueron las últimas palabras pronunciadas por Benedicto XVI, según reveló días después su secretario particular, el arzobispo Georg Gänswein. Fue hacia las tres de la madrugada del 31 de diciembre de 2022 cuando Joseph Ratzinger las pronunció en un susurro, mientras agonizaba y sus asistentes y colaboradores se turnaban para velarle.
Nacido en 1927 en Baviera, Joseph Ratzinger fue elegido a la Sede de Pedro el 19 de abril de 2005, antes de dimitir el 28 de febrero de 2013. Su pontificado duró 7 años, 10 meses y 9 días. Fue el primer Papa en dimitir voluntariamente después del Papa Celestino V, en 1294. En las horas siguientes al anuncio de su muerte, numerosos jefes de Estado, personalidades públicas, movimientos eclesiásticos y personas anónimas le saludaron como un "gran teólogo" al que "la historia no olvidará", rindiendo especial homenaje a su acto de renuncia en 2013.
50 mil personas en el funeral
El lunes 2 de enero, el cuerpo de Benedicto XVI fue velado en la basílica de San Pedro para que quienes lo desearan pudieran darle el último adiós. Esta costumbre es una forma de mostrar al mundo que el catolicismo es una religión de la Encarnación. "La exposición del cadáver del Papa emérito Benedicto XVI transmite al mundo un mensaje universal sobre el hombre, su destino, su fragilidad y su trascendencia", recordó con razón Christian de Cacqueray, fundador de Catholic Funeral Service. Tras tres días de exposiciones, casi 200 mil personas rindieron homenaje al Pontífice alemán.
El jueves 5 de enero, el Papa Francisco presidió el funeral de su predecesor en la Plaza de San Pedro ante unas 50 mil personas, entre ellas 4 mil sacerdotes. Una imagen quedará especialmente grabada en la memoria: la de un Papa poniendo la mano sobre el féretro de su predecesor, con el fondo de los respetuosos aplausos de los fieles congregados en la plaza de San Pedro. "Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría sea completa cuando oigas su voz de una vez por todas", dijo Francisco en su homilía.
Sentía pasión por la unidad de la Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo que le había sido confiada".
El Papa emérito fue velado inmediatamente después de la Misa. Solo unos pocos cardenales y laicos dedicados al servicio de Benedicto XVI asistieron al funeral. El féretro del Papa emérito fue depositado en la tumba que en su día albergó el cuerpo de San Juan Pablo II, antes de su beatificación. Una despedida sobria y sin precedentes.
El "humilde siervo en la viña del Señor", como se autodenominó Benedicto XVI el día de su elección, aceptó la pesada carga -que no había querido- del pontificado con un espíritu de total abandono a la providencia. "Durante ocho años, Benedicto XVI dirigió la barca de la Iglesia, una barca que, poco antes de su elección, dijo que estaba siendo golpeada por las olas y a veces a punto de hundirse, ensuciada por tantas infidelidades y pecados por parte de quienes deberían haber sido sus mejores servidores", le rindió homenaje el abate Éric Iborra, su principal traductor al francés. "Sentía pasión por la unidad de la Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo que le había sido confiada. No cesaba de reconducir a los hermanos a la unidad, ya estuvieran distanciados por poco o por mucho tiempo. Sobrio y discreto, pero también firme y valiente, sigue siendo una de las figuras intelectuales y espirituales más destacadas de nuestro tiempo.