Si empiezas a perder de vista lo que es la fe y la diferencia que supone ser cristiano, solo tienes que decir una palabra, que es la oración perfecta: "¡Jesús!"
San Juan promete: "Les he escrito esto para que sepan que tienen vida eterna, ustedes que ponen su fe en el nombre del Hijo de Dios" (1 Jn 5,13).
Esta vida eterna comienza ya a animar y transformar tu vida terrena cada vez que pronuncias este Santo Nombre. Como nos recuerda el sacerdote italiano Raniero Cantalamessa:
"Repetir el nombre de Jesús, con fe en el poder del Señor, romperá el hilo del pensamiento malo o inútil e instalará gradualmente en ti el espíritu que había en Cristo Jesús".
El nombre de Señor salva
San Pablo, hablando desde su experiencia personal, da el mejor consejo a las comunidades cristianas: "Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará" (Rom 10,13). Esta salvación prometida significa poder escapar de nuestra propia finitud.
Rezar el Santo Nombre puede incluso tener un efecto positivo sobre el mal cometido: "Tus pecados te son perdonados por el nombre de Jesús" (1 Jn 2,12). La comunión entre los cristianos se hace realidad, porque todos pertenecen a Dios en el nombre de Jesús.
El mayor honor del creyente
El místico inglés Richard Rolle (+1349) escribió:
"Si piensas continuamente en el nombre de Jesús y lo mantienes firme, purifica tu pecado e inflama tu corazón; aclara tu alma, quita la ira y disipa la pereza. Aumenta el amor y cumple la caridad. Expulsa al demonio y extingue el miedo. Abre el cielo y convierte al hombre en contemplativo. Elimina todos los vicios de los que aman.
Pronuncien con devoción el nombre de Aquel que no cesa de querer llamarlos sus amigos. Para los cristianos, este nombre es particularmente importante porque, como decía san Bernardino de Siena: "El nombre de Jesús es el mayor honor del creyente", por el que las oraciones de la Iglesia "ascienden al cielo hasta el fin de los tiempos".
Oración
Por último, podemos repetir con San Bernardo:
"Oh Jesús, tu único recuerdo
llena el corazón de dulce placer,
Pero tu presencia es tan dulce
Que supera a la miel y a todo.
Nada se puede decir,
Nada cantado, oído o pensado
Que sea más dulce, que agrade más
Que el nombre de mi Jesús.