La lectura es un exquisito banquete para tu mente, es el agua de vida que nutre tu crecimiento, sin ella, se marchita.
Irene Vallejo con su muy oportuno y atinado libro El infinito en un Junco ha despertado el aprecio por el gran valor que tiene el libro en un momento en el que se le sentenciaba a la horca con las cuerdas de la tecnología y la luz. Nos demuestra que es un fiel sobreviviente a las peores tempestades del pasado: ha sufrido de todo, padecido persecuciones, censuras, incendios y ha sido carcomido por la humedad... hasta ha sido alimento de todo tipo de insectos; es más, ha sufrido y sobrevivido al desdén de la gente que no ha sentido las ganas de saborear sus páginas.
Los libros son la voz de los que ya no están, y si aún viven, los tienes en el buro de tu casa; aunque nunca los mires cara a cara, si podrás respirar sus letras, inspiraciones y mensajes.
Filósofos, pensadores, poetas, narradores, aventureros, místicos, profetas iluminados y sinvergüenzas han plasmado sus experiencias, pensamientos, sueños, agobios y sufrimientos en algún texto, ya sea en un pergamino, papiro, tableta de arcilla o papel.
La filóloga española ha dado en el clavo, el libro es estructura vital de la cultura y la civilización. Desde las inspiradoras palabras del libro del Génesis, o la encantadora y romántica poesía del cantar de los cantares, la sabiduría de proverbios, o los Evangelios son el testamento que tenemos al alcance porque son libros ineludibles que nos conectan con la trascendencia de conocer al Creador y de practicar su mensaje.
El infinito en un Junco ha sacudido al mundo pensante como un meteorito que pega de gritos a la humanidad para recordar a los clásicos greco latinos y retomar la sabiduría de la historia. Es un sutil renacimiento de la belleza de las voces del ayer, en la danza de las letras que preservan los libros, gracias a los escritores, traductores, bibliotecarios, libreros y a los miles de estantes que tenemos en casa para albergar nuestros más preciados libros.
Una fortaleza de sabiduría y salvaguarda en el desamparo
Irene Vallejo nos recuerda lo maravilloso que resulta que nuestros padres nos lean cuentos o nos relaten historias antes de dormir. Lo valioso que es la cálida conexión afectiva de las palabras que inducen maravillosos sueños y despiertan el apetito por la noble creatividad.
El libro está presente, tiene su lugar, sigue siendo una fortaleza de la sabiduría y estafeta del conocimiento. Perduran los pensamientos y la imaginación gracias al eslabón se que ha ido creando con el tiempo, al pasar las ideas de cabeza en cabeza, en diferentes épocas.
Los libros han sido la salvaguarda de los momentos de desamparo y prisión, han levantado el ánimo de los que han vivido en un campo de concentración y que, gracias a un libro, han podido encontrarle de nuevo sentido a sobrevivir. Son el pedestal de los caídos y la catapulta de muchas almas que parecían perdidas.
La lectura y el camino espiritual
Gracias a la lectura podemos elevar nuestra alma al Creador y recuperar la vitalidad para incrementar nuestro crecimiento espiritual; pero sobre todo, podemos abatir la esclavitud de la ignorancia y el vacío del no enterarse de nada. De aquí el drama del analfabetismo, del desconocimiento de las palabras escritas y de vivir al margen de lo que, en otros tiempos, solo fue banquete de los privilegiados, y que gracias a los libros, ahora tenemos en abundancia de obras.
Sean de luz o de tinta y papel, los libros nos transportan al mundo mágico, al espíritu redentor, al cadalso de los dramas y tragedias, de épicas batallas o de emotivos romances.
Irene Vallejo, se ha convertido en el ícono de la reivindicación y renacimiento del libro, de la esperanza que la historia, con un estilo fresco y natural, nos ha regalado; lo vigoroso y firme que ha sido el libro frente a todas las calamidades que han desatado las tempestades naturales o las crueles voluntades humanas.
Aquí esta la letra, que más se apodera de la mente infantil por afecto y cariño, que por la fuerza de la imposición. Es la voz de la lengua materna, de la caricia y la ternura, la que nos induce a apreciar las letras y abrazar los libros, o hasta desear tomar la pluma o el teclado y expresar lo que hay dentro.
Estamos ingresando a la cultura con estandarte femenino, con la creatividad y la lógica del hemisferio derecho, con la sensibilidad y el llanto de las mujeres que otrora fueron calladas, marginadas o aisladas. Hoy, el encanto de la sabiduría femenina será una transformación espectacular, siempre con el libro en la mano. A escribir y a leer se ha dicho.