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Durante los primeros siglos del cristianismo hubo muchos mártires que dieron su vida por la fe. La mayoría eran adultos, pero algunos eran niños. Según varias leyendas, santa Prisca fue una niña mártir que permaneció firme en la fe, incluso bajo una intensa persecución.
Cuando Prisca se negó a sacrificar a los dioses romanos, fue denunciada a las autoridades locales y detenida.
Se le dio otra oportunidad de sacrificar a los dioses, pero volvió a negarse, incluso en presencia del emperador.
Finalmente, fue conducida a la arena y se la dio de comer a las fieras del anfiteatro.
La autora Abbie Farwell Brown relata lo que sucede a continuación en su libro The Book of Saints and Friendly Beasts (N. del T: El Libro de los Santos y las Bestias Amistosas):
"Entonces el guardián abrió la puerta enrejada de un cubil situado al final de la arena y salió un gran león amarillo. Con un rugido espantoso, se precipitó hacia el centro del círculo y se quedó allí meneando la cola y mostrando sus grandes ojos amarillos por todo el lugar. De repente, vio a la niña, que permanecía quieta a un lado, con las manos entrelazadas, mirándole sin miedo. Y la gran bestia se acercó suavemente a ella sobre sus patas acolchadas. Inclinó la cabeza, le lamió los piececitos descalzos y luego se agachó a su lado, como un perro san Bernardo se colocaría para proteger a su pequeña dueña".
El martirio de santa Prisca
Santa Prisca habló entonces a la bestia, diciendo: "¡Mi buen amigo! No me harás daño, lo sé, porque el Señor ha cerrado tu boca, como hizo con las bocas de los leones a cuyo foso fue arrojado Daniel por hombres malvados. Esos hombres crueles me darán muerte, pero tú eres más bondadoso que ellos".
Esto tranquilizó al león, que "la miró a la cara como si comprendiera, y gruñó suavemente. Era muy manso con ella, pero cuando el guardián se acercaba a ellos, rugía, se erizaba y enseñaba sus grandes dientes, de modo que durante mucho tiempo nadie se atrevió a acercarse".
Sin embargo, esto enfureció a los guardias romanos, que acabaron decapitándola, ya que el león no iba a matarla.
Santa Prisca es venerada como niña mártir el 18 de enero.