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Si un juez eclesiástico "no reza, mejor que se vaya a hacer otro trabajo", declaró el Papa Francisco al inaugurar el 25 de enero de 2024 en el Vaticano el 95º año judicial del Tribunal de la Rota Romana -máximo tribunal de apelación de la Iglesia-. Dirigiéndose a los jueces encargados de decidir sobre la validez de los matrimonios religiosos, advirtió contra "la falsa convicción de que la mejor respuesta es siempre la nulidad".
Durante la audiencia, el Papa habló de las diversas reformas llevadas a cabo bajo su pontificado para simplificar los procedimientos de reconocimiento de la nulidad de los matrimonios. Advirtió que no se debe "malinterpretar" la supresión del requisito de la doble sentencia conforme, la introducción de un proceso más breve ante el obispo diocesano y los esfuerzos para hacer más accesibles los tribunales, previstos en particular por el Motu proprio Mitis iudex Dominus Iesus de 2015.
El pontífice de 87 años aseguró a los jueces de segunda instancia que se trata de favorecer "no la nulidad de los matrimonios, sino la rapidez de los juicios y una justa simplicidad" para no dejar a los fieles "oprimidos durante mucho tiempo por la oscuridad de la duda".
Obtener la certeza moral sobre la nulidad de un matrimonio es "una gran responsabilidad" que "tiene un gran impacto en la vida de las personas y de las familias", subrayó también. De paso, recordó la "presunción de validez" que prevalece en los procedimientos canónicos, porque la Iglesia protege "la indisolubilidad del matrimonio" como "una verdad".
A continuación, el jefe de la Iglesia católica hizo una serie de recomendaciones a los jueces eclesiásticos, pidiéndoles in primis que cultiven su vida de oración.
"Sin oración, no se puede ser juez. Si alguien no reza, que dimita, es mejor así", dijo al salir de sus notas. "Si un juez no sabe arrodillarse, mejor que dimita", insistió más adelante.
A lo largo de su discurso, el Papa también deseó que el juez esté "libre de cualquier prejuicio, ya sea a favor o en contra de la declaración de nulidad". Rechazó "el rigorismo de quienes exigen certeza absoluta" y "la falsa convicción de que la mejor respuesta es siempre la nulidad". Citando a san Juan Pablo II, señaló el "riesgo de malentender la compasión".
Por último, el 266º Papa recomendó "profundizar en la investigación, para no emitir juicios precipitados basados en ideas preconcebidas". Para concluir, pidió a los jueces que rezaran por él, confiándoles que su trabajo era "a veces divertido, pero no fácil".