Los recién casados reciben muchos consejos e instrucciones sobre cómo aprovechar al máximo sus primeros años de matrimonio. Estos consejos vienen de todas partes, con mayor o menor pertinencia, y a veces son contradictorios.
De los padres o los suegros, por ejemplo: "¡Venid a vernos a menudo!", de la sociedad: "¡Aprovechad, el amor solo dura tres años!", de los sacerdotes: "¡Poned a Dios por delante!"; sin olvidar al Papa Francisco, que dedicó parte de su encíclica Amoris Laetitia a acompañar a los recién casados "en los primeros años de vida matrimonial". Y Aleteia no se queda atrás con sus numerosos artículos dedicados a la pareja en sus primeros años.
Sí, los primeros años pueden ser confusos, pero son muy importantes para sentar unas bases sólidas para el matrimonio.
Pero si hay un consejo que los recién casados no esperan -tan alejado de la tradición de servicio tan arraigada entre los católicos y tan contrario a la necesidad imperiosa de fuerzas vivas en ciertos lugares- es éste: no se impliquen en su parroquia, ni en una asociación, durante los cuatro primeros años de matrimonio.
Es cierto que su educación puede animarle a servir, que puede encontrarlo satisfactorio y, lo que es más, que en su parroquia no hay nadie que complete el equipo de bautismo, pero si lleva casado menos de cuatro años, probablemente no sea el momento adecuado para asumir esta responsabilidad.
Eso es lo que le recomienda el padre François Potez en su último libro Ya que han decidido amarse. Este libro repasa los fundamentos del matrimonio cristiano y está lleno de valiosos consejos prácticos para las parejas, sobre todo durante los primeros años de matrimonio.
"Durante los cuatro primeros años de su matrimonio, no asuman ningún compromiso de responsabilidad, en ninguna asociación, ni en la Iglesia ni en ningún otro lugar", recomienda. "Si pueden, comprométanse al puro servicio, pero no uno que implique noches, fines de semana, correos electrónicos, llamadas telefónicas…"
Cuestión de lealtad
¿Por qué? Porque "su deber de caridad es construir su hogar, se lo deben el uno al otro", responde el Padre Potez. Es una forma de fidelidad mutua y matrimonial.
"Para mucha gente, la infidelidad es solo sexual. Pero la fidelidad es mucho más que eso. Es reservarse para la otra persona y reservarle todo lo mejor que uno tiene", subraya el sacerdote.
En los primeros años de matrimonio, marido y mujer están llamados a descubrirse mutuamente a través de las alegrías y molestias de la vida cotidiana, a construir su relación y sentar bases sólidas para un amor duradero. Esto requiere tiempo y disponibilidad. No se trata de no implicarse en la parroquia y pasar las tardes detrás de una pantalla. "Es su deber estar el uno para el otro, Dios se los pide. Este tiempo que tienen es para ustedes", insiste el padre Potez.
"Se pueden tener infidelidades con el fútbol, la política o un compromiso con la parroquia. Está muy bien comprometerse, pero ¿los deberes de Estado y la familia tienen prioridad sobre los compromisos parroquiales, o es al revés?"
Es una línea de pensamiento que nos invita a revisar nuestras prioridades, a relativizar compromisos quizá demasiado exigentes y a redefinir lo que es bueno y correcto para nosotros mismos, para el otro y para nuestra pareja una vez celebrada la boda.
¡Y probablemente eso sea todo! Seguro que en un futuro próximo tendrás muchas oportunidades de implicarte en tu parroquia, en el colegio de tus hijos o en una asociación cuyos objetivos te interesen.