De los cinco sentidos, la vista es el más apreciado por los seres humanos, pues nos permite disfrutar de la belleza de la creación de Dios; por eso, Aleteia platicó con el Pbro. José Humberto Negrete Lezo, sacerdote invidente debido a una enfermedad.
Siete años sin ver
El padre Humberto, originario de Irapuato, Guanajuato, en México, nació el cuatro de mayo de 1968. Se ordenó sacerdote el 27 de julio de 1996. Hace varios años enfermó de diabetes - que se fue complicando-, hasta el punto de afectarle el nervio óptico y perder la vista completamente. "La había venido perdiendo nueve años antes, y desde hace siete no tengo visión", platica.
Sin embargo, su experiencia de vida lo ha enfocado más a la parte espiritual. "Me ha hecho más sensible con los que sufren, con los enfermos, con los que me piden escucharlos, con los que me piden un poco de mi tiempo. El tiempo es para ellos", comenta, pues dentro de su limitación, va avanzando.
Una difícil pérdida
El sacerdote confiesa que al principio fue muy difícil, su actitud fue de enojo, de no querer someterse a la voluntad de Dios. "El tiempo es el que me ha venido sosegando, tranquilizando", narra. "Poco a poco, no digo que ya he vencido esta actitud humana de desprecio al sufrimiento -destaca- pero hay que reconocer su sentido divino".
Cuenta que, viendo fríamente su situación, y desde el punto de vista humano, su vida ha perdido sentido "porque uno se aísla, uno se siente a veces discriminado por los mismos hermanos sacerdotes, pero asumiéndolo desde una visión teológica, divina, esto es una ganancia", dice convencido, "he ganado más almas para Dios, sin ojos, que con ojos".
He ganado más almas para Dios, sin ojos".
¿Cómo celebra la santa Misa?
A pesar de su discapacidad, está al frente de una rectoría y tampoco ha tenido impedimentos para celebrar la Misa. Tiene una asistente que se coloca junto a él durante la Eucaristía para leer en el Misal lo que él repite ante el micrófono. Además, el equipo de liturgia lee el Evangelio y él explica la homilía. Y aunque hay ministros que lo auxilian, también distribuye la comunión. "Mi discapacidad es visual, no motriz", comenta con una sonrisa.
Ante el sufrimiento: llorar y encomendarse
Como humano, entiende que muchas personas atraviesan por el mismo sufrimiento que él. Para animar a estas personas, el padre dice que es muy difícil dar el paso de poder ver a no hacerlo. "De observar los colores, las personas, la vida cotidiana y de repente, no ver nada", explica.
Y concluye expresando que "es una situación muy difícil. Vivan su duelo. Llórenle a sus ojos, a la pérdida de su vista, como si hubiesen perdido a un amigo o a un ser querido. Pero, después de eso, encomiéndense mucho a Dios. Un discapacitado, sin el Señor, no puede avanzar... no puede asimilar la grandeza del Señor, ahora, en la disminución corporal".