Desde que somos niños y nos preparamos para la primera comunión, aprendemos una serie de oraciones que, quizá en su momento, no entendíamos, debido a nuestra corta edad. Y conforme ha transcurrido el tiempo, las repetimos sin profundizar en su significado. Lo mismo puede ocurrir cuando nos acercamos a comulgar.
Sabíamos, porque así se nos enseñó en el catecismo, que comeríamos el cuerpo y la sangre de Cristo, y nos parecía muy natural que así fuera. Después, nos acercábamos a la comunión de manera automática, sin pensar en que verdaderamente tendríamos a Jesús en nuestra boca y que por unos minutos nos convertiríamos en sagrarios vivientes.
Prepararnos a comulgar para obtener mayor provecho
Por eso, sabiendo que no se trata de un símbolo sino de la promesa de Cristo hecha realidad, es de suma importancia para nuestro provecho espiritual, recibir al Señor bien dispuestos.
El Catecismo de la Iglesia católica dice que se le llama "comunión porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo" (CIC 1331).
La oración de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino así lo entendía, por eso, compuso la siguiente oración para rezar antes de la comunión:
Todopoderoso y eterno Dios, me acerco al sacramento de tu Unigénito Hijo, mi Señor Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de la misericordia, como ciego a la luz de la eterna claridad, como pobre y mendigo al Señor del Cielo y de la tierra.
Ruego, pues, Señor, a tu infinita generosidad que dignes curar mi enfermedad, lavar mis manchas, alumbrar mi ceguera, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez, para que me acerque a recibir el pan de los ángeles, al Rey de los reyes y Señor de los que dominan, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con tanta pureza y fe, con tal propósito e intención como conviene a la salud de mi alma.
Concédeme, te ruego, recibir no solo el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor sino también la gracia y virtud del sacramento. Benignísimo Dios, concédeme recibir el cuerpo que tu Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo, tomó de la Virgen María, de tal manera que merezca ser incorporado a su Cuerpo Místico y ser contado entre sus miembros.
Padre amantísimo, concédeme contemplar cara a cara en el cielo por toda la eternidad a tu amado Hijo, a quien ahora en mi estado de peregrino y bajo el velo del sacramento me dispongo a recibir, que siendo Dios vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén