Pensar que los santos ya nacieron así y que no tuvieron problemas para alcanzar la santidad es un gran error. Como cualquiera de nosotros, tuvieron que enfrentar duras pruebas, a veces tan difíciles que serían imposibles de soportar sin la ayuda de Dios.
Aunque eran asiduos en la oración, el Señor permitía -en muchas ocasiones- que la prueba tocara sus vidas, y frecuentemente, también que entraran en un desierto espiritual.
¿Qué hacer en este caso? Los mismos santos nos dijeron qué hacer cuando sus corazones estaban vacíos.