24 de diciembre de 1974. Esa noche de Navidad, las cámaras de televisión del Vaticano enfocaban al 262º Romano Pontífice. Ataviado con la mitra y los ornamentos litúrgicos, Pablo VI se disponía a abrir públicamente la Puerta Santa del Gran Jubileo de 1975 en la Basílica de San Pedro. Un momento solemne para la Iglesia católica, que celebra estos jubileos cada 25 años con gran pompa y ceremonia. Como es costumbre, el Papa golpeó simbólicamente la puerta -que, a la derecha de la nave, solo está abierta durante los Jubileos- con tres golpes de su martillo. A continuación, el muro de ladrillo que ha sellado la puerta desde el último Jubileo es serrado ante los ojos de la congregación, antes de ser bajado lentamente frente al pontífice mediante un cabrestante… cuando de repente, para gran susto de sus acólitos, caen cascotes desde lo alto del muro, esquivando por poco al sucesor de Pedro.
En las imágenes en blanco y negro que documentan el incidente, el Obispo de Roma no se movió ni un milímetro, permaneciendo claramente estoico ante el derrumbe. Pero en el Vaticano, la lección ha tenido un efecto duradero. A partir de ahora, los papas ya no empuñarán martillos, y el muro de ladrillos -que contiene la caja de llaves de la puerta- se desmontará unos días antes del inicio del Jubileo, para evitar al Obispo de Roma nuevos percances de albañilería. Hoy en día, en la inauguración de un Año Jubilar, el Papa simplemente empuja simbólicamente la puerta, que es lo que hará el Papa Francisco en la apertura del Jubileo 2025, que tendrá lugar el 24 de diciembre en la Basílica Vaticana.
Desde 1500
Si la Puerta Santa es el símbolo por excelencia del Año Jubilar, la de San Pedro lo es aún más, ya que marca el inicio de los Jubileos desde el año 1500 con el Papa Alejandro VI. La puerta, cuyo modelo actual fue creado en 1949 por el escultor Vico Consorti, está grabada con dieciséis paneles que narran la historia de la redención del hombre: desde el primer pecado, la expulsión del Edén, hasta Jesús muerto y resucitado. El friso concluye con una imagen de Cristo como puerta de salvación.
Simbólicamente, la Puerta Santa representa a Jesús, que declara en el Evangelio: "Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, se salvará" (Jn, 10, 9). Cruzar la Puerta Santa, para los millones de peregrinos que se esperan en Roma el próximo año, es un "signo del paso salvífico que Cristo abrió con su encarnación, muerte y resurrección", explica en un vídeo el director editorial del Vaticano para los medios de comunicación, Andrea Tornielli.
Cada una de las cuatro grandes basílicas romanas -San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros- tiene una Puerta Santa. Al pasar por ellas al final de su peregrinación, los fieles reciben una "indulgencia". Cabe señalar que en todo el mundo pueden abrirse otras Puertas Santas con motivo de jubileos locales -la Basílica de Asís tiene una- o extraordinarios.
Para el Jubileo de la Misericordia de 2015-2016, el Papa Francisco eligió abrir la primera Puerta Santa en Bangui, en la República Centroafricana. Para 2025, el pontífice argentino planea abrir una en la cárcel.