«Urge devolver al mundo el olor bueno y fresco del pan del amor», dijo el Papa Francisco en su homilía del Corpus Christi, celebrado en la Basílica de san Juan de Letrán el 2 de junio de 2024. Como manda la tradición, el Santísimo Sacramento fue llevado en procesión por Roma hasta la Basílica de Santa María la Mayor, donde el pontífice lo presentó a la multitud.
El Papa Francisco participó por última vez en una celebración pública de la Solemnidad del Santísimo Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo -también conocida como Corpus Christi, Corpus Domini o Corpus Christi- en 2019. En 2020 y 2021, se había visto obligado a permanecer en el Vaticano a causa de la pandemia de Covid-19, y luego no pudo hacerlo durante los dos años siguientes por problemas de salud.
Para marcar la ocasión, el Papa volvió a profundizar en el significado de esta fiesta, inventada en Bélgica en 1246 y luego extendida a la Iglesia universal por el Papa Urbano IV en 1264. El objetivo de esta solemnidad es celebrar la presencia real de Jesús en el sacramento de la Eucaristía -es decir, el pan y el vino consagrados en la Misa-, un «misterio» del que el pontífice quiso destacar tres «dimensiones».
Una acción de gracias
La Eucaristía es ante todo una «acción de gracias» a Dios por su sacrificio, pero también por todos los dones que da a la humanidad, afirmó el Papa. Rindiendo homenaje a «la hermosa costumbre en algunas culturas de recoger y besar el pan cuando cae al suelo», nos invitó a no desperdiciar ni dejar escapar las cosas, los talentos y las personas que Dios nos regala, sino a saber compartirlos con gratitud.
El Pontífice nos animó a saludarnos cada mañana con gratitud y alegría, a dar las gracias «por el don que somos los unos para los otros». Son estas actitudes «eucarísticas» vividas cada día las que nos ayudan a comprender el valor de la Eucaristía, insistió.
Una conmemoración
La Eucaristía, explicó el Papa, es también un acto de conmemoración para revivir la Pascua de Cristo -es decir, su muerte y resurrección- y comprender el significado de este sacrificio que libera a la humanidad. «Todo es un don y nada se puede perder», dijo.
El don de Cristo muestra que el egoísmo no trae libertad, sino «esclavitud oculta», dijo el Obispo de Roma, criticando la falsa libertad de quienes «hacen lo que quieren despreciando a los demás». «La libertad no se encuentra en las cajas fuertes de los que acumulan para sí mismos, ni en los divanes de los que se entregan perezosamente al desentendimiento y al individualismo», insistió.
Una presencia real
«El pan eucarístico es la presencia real de Cristo», dijo el Pontífice, subrayando cómo Dios está así «cercano y solidario con el hombre». En la hostia, subrayó, Jesús se pone «indefenso, en nuestras manos, a merced de nuestra aceptación o rechazo».
El pan eucarístico es la presencia real de Cristo"
Cristo nos enseña a ser como él, pan bueno los unos para los otros", dijo el Papa Francisco. «Necesitamos urgentemente devolver al mundo el olor bueno y fresco del pan del amor», exhortó, lamentando que este olor haya desaparecido de tantas calles «reducidas a montones de escombros por la guerra, el egoísmo y la indiferencia».
En procesión por Roma
Debido a los recurrentes problemas de movilidad del Pontífice, la plegaria eucarística fue presidida por el cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. El Papa fue sustituido durante la procesión por Mons. Baldassare Reina, Vicerregente de la diócesis de Roma -el cargo de Vicario de Roma está actualmente vacante-.
En su homilía, el Papa Francisco subrayó el significado de esta procesión eucarística que sigue a la Misa del Corpus Christi, durante la cual la hostia consagrada es llevada a través de la ciudad. No se trata de «hacer alarde de nuestra fe» o de «exhibirnos», sino de «invitar a todos a participar, en el Pan de la Eucaristía, de la vida nueva que Jesús nos ha dado».
La larga procesión, que tomó lentamente la Via Merulana, llegó a la Basílica de Santa Maria Maggiore en poco más de una hora, con el Santísimo Sacramento escoltado bajo un enorme palio dorado portado por ocho asistentes ceremoniales. Por su parte, el Papa se dirigió en coche a la basílica mariana, donde esperó a la procesión sentado en una pequeña plataforma en el patio.
Tras un largo rato de adoración silenciosa, el Pontífice presentó el Santísimo Sacramento a la multitud. A continuación, tras un Ave María y una Salve Regina entonados por los numerosos fieles presentes en la plaza, el Papa entró en la basílica donde será enterrado, antes de regresar en coche al Vaticano.