¿Vas a bautizar a tu hijo? Una decisión importante te espera: la elección del padrino y la madrina. Estas ideas te ayudarán a tomar una buena decisión
Elegir un padrino y una madrina implica una decisión que no debe ser tomada a la ligera. Es bueno tener en cuenta estas cinco ideas a la hora de elegir a quienes, a partir del día de su bautismo, acompañarán a tu hijo en el camino de la vida y la fe:
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Una fe profunda
Primera misión de los padrinos: ser educadores de la fe. Algunos niños son apadrinados por adultos que no creen en Dios o que no practican.
La Iglesia pide que sean bautizados, pero también confirmados. La confirmación refuerza la fe y compromete a quien la recibe a convertirse en un miembro activo de la Iglesia.
Para un adolescente, un padrino y una madrina que rezan y se comprometen descaradamente con la Iglesia, es una brújula, una puerta abierta al diálogo sobre los temas de la fe, a una edad en la que a veces parece menos obvio.
Por supuesto, cualquier adulto puede pasar por pruebas, momentos de duda, pero un padrino comprometido sabrá mostrar a su ahijado el camino de la perseverancia humilde y fiel.
El padrino y la madrina no son meros proveedores de regalos, apuntan a la estrella a seguir. El padrino trata de llevar a su ahijado a Jesús, mostrándole cómo el Padre y el Espíritu trabajan en su vida, en su corazón.
Una amistad ejemplar
A menudo se espera que los padrinos actúen como relevo de los padres en caso de dificultades, especialmente durante la adolescencia.
El padrino ofrece tiempo y consejos al ahijado. Su vida vivida según el Evangelio tiene, por tanto, el valor de un ejemplo, y el niño podrá dejarse guiar por su padrino o madrina del que recibe una verdadera riqueza.
La complicidad entre el padrino y su ahijado es un poderoso vínculo al que el niño podrá aferrarse en caso de dificultad. Pero este alegre y fiel vínculo, esta complicidad, se construye sobre el modelo de la amistad entre los padres y los padrinos.
En el momento de elegir, los padres deben ser sensibles a la profundidad de su amistad con el padrino.
Cuanto más cerca esté el padrino o la madrina de los padres, cuanto más profunda sea su relación, mayores serán los deseos del niño por compartir con él o ella esta amistad a su vez.
Un corazón abierto y generoso
Es difícil para un padre joven con una familia numerosa mimar a su ahijado o llegar a conocerlo personalmente. Así como algunas madrinas pueden sentirse desbordadas porque tienen demasiados ahijados y, en época de vacaciones, no pueden considerar pasar tiempo con todos ellos. Asimismo, los niños cuyos padrinos viven en el extranjero tampoco tendrán muchas oportunidades de compartir momentos de complicidad con ellos.
En general, elegir como padrino a alguien que no tiene mucho tiempo disponible para su familia o amigos puede parecer peligroso. Concretamente, la relación entre un padrino y su ahijado se establece a lo largo del tiempo que pasan juntos, citas, intercambios nutridos, e idealmente, desde la más temprana edad del niño.
Lo que más cuenta en la relación con el ahijado no es necesariamente el tiempo que pasamos con él , sino su calidad: es la generosidad de la gente que hará la diferencia.
Madurez suficiente
Cuando el padrino o madrina es un niño, ¿es lo suficientemente maduro para asumir esta responsabilidad?
Si todavía es inmaduro en relación con la fe, puede cambiar más tarde su punto de vista, abandonando la vida cristiana.
Por lo tanto, por prudencia, la Iglesia pide que los padrinos hayan recibido el sacramento de la Confirmación, aunque un adolescente pueda dar testimonio de su fe al ahijado.
Una elección libre
En ciertas familias, el criterio para designar a los padrinos es más una cuestión de costumbre que de decisión personal. ¿Dónde está la libertad y la responsabilidad?
Es importante elegir a las personas que realmente lo disfrutarán. Es posible elegir a alguien por deuda moral o como agradecimiento: un familiar soltero, una pareja sin hijos, un amigo que fue testigo del matrimonio, una prima que nunca fue madrina o una cuñada que no puede tener hijos.
Sin embargo, aunque estas motivaciones no son malas en sí mismas, no deben ser dictadas por una culpabilidad inoportuna.
Navegar serenamente entre todos los posibles padrinos no es una misión imposible, siempre y cuando se tengan en cuenta dos elementos: la libertad y la verdad. Elegir bien, en la oración, es ofrecer a tu hijo una hermosa estrella para avanzar hacia el Padre.
Laetitia Grenet y Anna Latron