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‘Burnout’: hábitos que adoptar para prevenir y evitar el agotamiento

MAN STRESS
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Edifa - published on 12/10/20
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Pocos escapan de esta enfermedad del agotamiento, del desgaste y del desmoronamiento conocida como ‘burnout’.

En este mundo del rendimiento obligado y del movimiento perpetuo, ¿es aún posible escapar a este mal de nuestro siglo? Puntos de vista y consejos de especialistas.

Loïc, de 47 años, se acaba de reponer de un burnout. Después de una baja por enfermedad de seis meses, este ejecutivo se ha unido a un nuevo servicio en el banco para el que trabaja desde hace veinte años. Con menos responsabilidades, el mismo salario y primas menos elevadas, su nuevo puesto –negociado con sus superiores– le permite “retomar el ritmo progresivamente”.

Como aún está convaleciente, toma antidepresivos y ve regularmente a un psiquiatra. Con su terapeuta, intenta comprender cómo ha llegado a esta situación:

    Sin embargo, Loïc, un buen padre de familia y empleado entusiasta de los que no cuentan las horas, siempre fue visto en su entorno como un luchador. “Nunca habría pensado que esto pudiera caerle encima”, confiesa su mujer Laurence.

    “En la actualidad, todo el mundo conoce a alguien afectado por el burnout”, lamenta el psiquiatra Patrick Légeron. Un fenómeno que no se limita al mundo profesional: se habla de burnout maternal y algunos sacerdotes atestiguan sentir un agotamiento profundo que termina por derrumbarlos.

    En su libro Burn out : le syndrôme d'épuisement professionnel (“Burnout: el síndrome de desgaste profesional”), Christina Maslach, profesora de psicología en la Universidad de Berkeley y creadora del Maslach Burnout Inventory, una herramienta de medida utilizada para diagnosticar el burnout, califica al síndrome de “auténtica epidemia en muchos países”. Entonces, ¿a todos nos acecha el síndrome del desgaste?

    “Las personas no son la causa”, considera Christina Maslach, “es el mundo y la naturaleza del trabajo los que han cambiado fundamentalmente”.

    Aunque esta valoración pueda parecer ligeramente simplista, es difícil esbozar un retrato robot del candidato a burnout, dado que los perfiles afectados son muy diferentes. Según el doctor Philippe Rodet, autor de Se libérer du stress (“Liberarse del estrés”), “antes de buscar personalidades llamadas de riesgo, comencemos por enumerar los grandes factores de estrés responsables de este síndrome. Porque el burnout es una respuesta psicoafectiva del individuo confrontado a estresantes moderados pero crónicos”.

    En el caso del desgaste en el ámbito profesional, los estresantes son jornadas sobrecargadas, ausencia de control y dominio sobre las actividades, falta de recompensa y de reconocimiento de los esfuerzos realizados, ausencia de cohesión en el equipo y sentimiento de desigualdad entre los empleados.

    En el caso de Loïc, lo que le empujó al borde fue también la falta de autonomía diaria y la necesidad de “hacerlo siempre mejor con cada vez menos”. En su departamento, despidieron a veinte personas en tres años y, a pesar de las “varias peticiones de ayuda, tuvieron que apañárselas”, según cuenta. Una situación que se extiende a un gran número de empresas. Según Philippe Rodet, “la crisis ha añadido una capa más de intenso estrés a una lista de factores que ya era larga”.

    Esta situación se traslada fácilmente también a las madres de familia. “Una mujer con varios hijos no para ni un segundo”, insiste quien acompaña en la actualidad desde la organización Bien-être et Entreprise a empleados que sufren.

    “El riesgo de agotamiento es evidente”. Violaine Guéritault, psicóloga terapeuta y autora del libro La Fatigue émotionnelle et physique des mères : Le burn-out maternel (“El cansancio emocional y físico de las madres: el burnout maternal”), ha aplicado además a las madres el modelo establecido por Christina Maslach.

    “Encontramos las tres mismas fases que conducen a la aparición del burnout”, subraya la psicóloga.

    Y lo primero es el desgaste emocional. A fuerza de dar, de estar disponible para todo el mundo, la madre termina por agotarse. Para hacer frente a todas las peticiones, extraerá fuerzas de las reservas de su cl energía. “¡Pero no es inagotable!”, exclama Violaine Guéritault, que también es madre de familia.

      En el caso del burnout maternal, hay perfiles más afectados que otros. En primera línea están las madres solteras, pero también las que idealizan mucho la maternidad. “No alcanzarán esos ‘objetivos’ y quedarán decepcionadas consigo mismas más fácilmente”, subraya Violaine Guéritault.

      ¿Y las madres que se quedan en casa? “Al estar más aisladas y menos reconocidas por el exterior, corren ciertos riesgos. Pero las que trabajan se arriesgan a una sobrecarga de trabajo y a la falta de control: no es fácil sentirse en control de la situación cuando tu hijo está con 38º de fiebre y tienes que irte a trabajar”, matiza la especialista.

      Sea o no madre, la víctima del burnout es ante todo “una persona muy implicada, muy seria”, señala Philippe Rodet, que retoma la idea desarrollada a partir de 1974 por el psicoanalista estadounidense Herbert J. Freudenberger, creador del concepto de burnout.

      Este consideraba que había personas que tenían más riesgo que otras de ser víctimas de este síndrome. En especial las personas exigentes consigo mismas, con un fuerte ideal ligado a la misión que ejercen.

      Según Davor Komplita, psiquiatra suizo y especialista en trastornos ligados al trabajo, esta exigencia afecta principalmente a cuarentones y cincuentones, porque “han integrado los valores del trabajo y su dignidad está en juego ahí. Mi función es la de ayudarles a distanciarse con respecto a esta noción del trabajo bien hecho que nunca logran alcanzar”.

      “Nosotros, los sacerdotes, también estamos justo en el blanco”, exclama el padre Joël Pralong. Hace 10 años, pasó por un ligero burnout. Después de una fase “eufórica” durante la que ya no sentía fatiga y llegaba a escribir incluso durante la noche, se derrumbó. “Ya sólo tenía ganas de estar solo y dormir… Pero no conseguía conciliar el sueño”, atestigua.

      Con la ayuda de medicamentos y después de varias semanas de reposo obligado, pudo volver a ponerse en pie… y replantearse su situación. “Contrariamente a los empleados de empresa, yo no sufría presión. Pero no sabía decir que no”, analiza. “De golpe, vivía a 200 por hora. Me decía: ‘No tienes que escucharte’, ‘Es la llamada del Señor’.

      ¡Pero el Señor necesita personas en pie y enteras para ayudarle! No nos pide que enfermemos realizando nuestra misión, sino que discernamos entre lo necesario y lo superfluo”. Luego, dejó de darse “buenos motivos espirituales para hacer cada vez más y convertirse en tributario de la ley del perfeccionismo”. ç

      ¿Su consejos a los hermanos sacerdotes? Estar atentos para colocar el sacerdocio en su justo lugar. “Somos canales para la gracia divina. No dejemos que nuestra conciencia nos acuse de no hacer suficiente”.

      Un perfeccionismo que señala también Anselm Grün, célebre monje escritor, que recibe a sacerdotes fatigados para curas de reposo en el seno de su monasterio bávaro. “Si saco la energía de una fuente turbia como el perfeccionismo, desperdiciaré mi energía para estar en el conformismo de lo que se espera de mí”, señala el filósofo.

      Una tentación a la que tampoco escapan las madres de familia. “Es algo íntimamente ligado a la imagen de madre perfecta que tan ampliamente ha vehiculado la sociedad”, subraya Violaine Guéritault. Para volver a reducir la tensión entre un ideal elevado y la realidad, aconseja a cada madre preguntarse: “¿Qué es lo peor que podría suceder si no plancho, si no cocino esta noche, etc.?”. Una pregunta fácilmente transportable al empleado escrupuloso o al sacerdote demasiado perfeccionista…

      Para Philippe Rodet, estos aspectos psicológicos explican por qué estas personas son vulnerables al burnout. “Sin embargo, si sabemos motivarlas, recompensarlas por su trabajo en un periodo en el que se hayan esforzado mucho, evitaríamos los dramas”. Dar gracias a nuestro cura por sus homilías, felicitar a un subordinado por un proyecto, agradecer a nuestra madre o mujer la comida preparada… hay muchísimos gestos sencillos y aparentemente anodinos. ¡Pensemos en ello!

      Anna Latron

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