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Conforme las comunidades monásticas católicas evolucionaban, se desarrollaron varias tradiciones sobre cómo cortar el pelo de un monje recién iniciado, llegando así al conocido corte que todos conocemos pero pocos sabemos su nombre: tonsura.
Puede parecer un tema trivial para debatir, pero el cabello es visto a menudo como una posesión preciada. Por ejemplo, el pelo era (y todavía es) usado como un indicador del status de una persona, revelando en qué lugar de la jerarquía social se encontraban. Las pelucas fueron incluso elaboradas por los romanos de forma que los ciudadanos ricos podían fácilmente conseguir peinados particulares.
Ser calvo se menospreciaba en muchas culturas y se veía como una especie de defecto. Los esclavos eran afeitados normalmente para distinguirlos del resto de la sociedad.
En este contexto, los monjes querían mostrar externamente el sacrificio que hacían al aceptar la vida religiosa. Después de que a un nuevo monje se le permitiera unirse a la comunidad, una de las primeras ceremonias de iniciación consistía en raparle el pelo. Esto simbolizaba su renuncia al mundo y la dedicación a su vida religiosa.
Además, dado que una cabeza rapada era asociada a menudo con los esclavos, el monje recién afeitado se convertía así en un «esclavo» de Cristo.
Durante los primeros siglos de vida monástica surgió un debate sobre el tipo de afeitado, llamado «tonsura», que debía hacerse. Según la Enciclopedia Católica había tres tipos diferentes de tonsura, cada una de ellas conectada a un apóstol en concreto.
romanasan pedro
Este tipo de tonsura consiste en afeitar toda la cabeza, a excepción de un círculo de cabello. Esta fue la forma que prevaleció al paso del tiempo y fue fijada como el estándar para las comunidades monásticas.
Se decía que representaba la corona de espinas que se colocó en la cabeza de Jesús.
occidentalsan pedro
Con esta tonsura, toda la cabeza del monje es despojada de cabello.
CeltaSan juan
Este último tipo contempla que solo se afeite una parte del cabello y se forma una media luna en la parte frontal. Este tipo resulto controvertido y se descartó en el sínodo de Whitby en 664.
Algunos de los detractores de esta tonsura la asociaban con Simón el Mago, un mago mencionado en los Hechos de los Apóstoles.
Tanto el estilo romano como el occidental han llegado hasta nuestros días y pueden ser encontrados en diferentes comunidades religiosas en la Iglesia católica.