Estamos acostumbrados a escuchar que Dios Padre es el Creador de todo lo que existe, que se esmeró en hacer todo bueno para que su obra más perfecta -el hombre- gozara de lo que le tenía reservado en el paraíso. Conocemos que Dios es omnisciente, omnipresente, omnipotente, sempiterno y que nos amó sin límites porque, a pesar del pecado de Adán y Eva, quiso rescatarnos de la muerte eterna; y por eso, ni siquiera perdonó a su propio Hijo de padecer una dolorosa muerte, pues el amor que siente por nosotros es infinito.
Envió a su Hijo
Sabemos también que Jesucristo, su Hijo, siendo Dios, vino al mundo como cualquier ser humano, vivió una vida común y anónima, sometido a sus padres terrenales; además, quiso libremente padecer por nosotros persecuciones, calumnias, desgaste físico y emocional durante los tres años que predicó que el Reino de Dios ya estaba cerca, y que por su obediencia perfecta al Padre atravesó un inmenso sufrimiento de la cruz; que le importó tanto saber que muchos se perderían, a pesar de que Él haría todo por evitar nuestra condenación, que sudó gotas de sangre en el Huerto de los Olivos (Lc 22, 44).
Nos acompaña el Espíritu Santo
Además, Cristo no se conformó con morir de manera tan cruenta, sino que se aseguró de darnos a conocer que su Padre quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4), dejando a doce apóstoles para que predicaran su Evangelio, con el mandato de hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19), haciéndonos con eso hijos de Dios, ¡qué inmerecido don! Y más aún, enviando al Paráclito, Dios Espíritu Santo, que intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26)y que nos acompañará hasta el fin del mundo.
Dios te ama y quiere tu amor
Pues bien, estamos habituados a que es Dios quien nos ama, nos busca, nos perdona, nos procura, nos da todo lo que necesitamos para vivir, envía todos los medios para que nos salvemos, pero aún así, muchos lo desprecian, se burlan de Él, lo niegan y cometen sacrilegios con su Cuerpo y su Sangre, y a pesar de todo, Él nos ama... ¿Qué pasa con nosotros? ¿Qué más queremos de Él? ¿Por qué se nos hace tan difícil corresponder al infinito amor de nuestro Señor?
El Dr. Ricardo Castañón Gómez, gran investigador colombiano de los milagros eucarísticos, comentó en una conferencia que el Señor dice: "Yo soy un mendigo porque estoy esperando que el hombre me pueda donar lo que más quiero, y es su corazón. Eso es lo único que espera, y sabe que somos libres para amarlo".
Por lo tanto, el que se aleja de Dios y se pierde para siempre no puede culpar al Señor que nos ha amado tanto. Combatamos la soberbia y amemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente, que solo eso es necesario para ganar el cielo.