Que la cocina sea parte de la Cuaresma, incluso cuando no ayunamos

¡Es difícil planificar y preparar comidas todos los días, los siete días de la semana, durante todo el año! Ya sea que vivamos solos o con nuestra familia, es imposible escapar de las obligaciones culinarias. Sin embargo, alimentarnos a nosotros mismos está lejos de ser una tarea: es un placer para el cuerpo que también deleita al alma.

Al comer, recuperamos fuerza y energía. Relajar nuestro cuerpo hace que estemos dispuestos a escuchar y relacionarnos con los demás. Al cocinar, no solo alimentamos nuestro cuerpo, sino que también intercambiamos y compartimos nuestras tradiciones y nuestro amor.

Dado que este año seguimos pasando más tiempo en casa, la Cuaresma ofrece una oportunidad de oro para poner alegría en nuestras tareas diarias, comenzando por la cocina.

Diferentes personas tienen diferentes formas de expresar sus sentimientos. Para algunas personas, la forma más cómoda de demostrar amor y afecto es cocinando. La sopa favorita de un nieto o el postre favorito de un cónyuge pueden ser formas de decir "te quiero" y compartir un momento placentero de dar y recibir.

Cuando cortamos verduras frescas para una ensalada colorida, aunque nos sentimos cansados, les hacemos saber a nuestros invitados que les queremos. Cocinar es una oportunidad para que nos olvidemos de nosotros mismos y demos libremente a los demás, y este dar trae alegría.

Cuando vayas de compras y cocines, trata de pensar en tus seres queridos. También trata de estar disponible durante las comidas (incluso si eso significa hacer algo más sencillo, tal vez siendo menos perfeccionista). Haz de la preparación de la comida una oportunidad para estar presente y entregarte de una manera diferente.

¿Qué pasaría si tuviéramos que comprar menos alimentos procesados y más alimentos integrales básicos de origen local? Respetar la naturaleza en la cocina suele implicar una especie de conversión. Incluye tanto nuestra elección de productos como la forma en que los preparamos sin desperdiciar alimentos, a la vez que ahorramos recursos (agua, energía).

Dedica un poco más de tiempo del habitual a preparar las comidas. Compra alimentos sin procesar y prepáralos tu misma. Después de 40 días, anota cuánto ha ahorrado y dona el dinero a organizaciones benéficas.

Las personas que cocinan todos los días tienen un "poder mágico" para mejorar el estado de ánimo de aquellos para quienes cocinan. Aplicando unas sencillas fórmulas, podemos romper la monotonía de la rutina.

Puedes variar las recetas según las estaciones, variar los condimentos (aceites, especias, hierbas aromáticas…), variar los colores (¿quién dijo que las zanahorias eran solo naranjas, cuando las hay violetas y blancas?); variar los métodos de preparación (las patatas se pueden servir al vapor, salteadas, gratinadas, en tortilla, al horno…).

Cambia tus recetas habituales. Pregunta a los vecinos, amigos y familiares cómo preparan los platos de todos los días. Mientras cocinas sus recetas, da gracias por ellos y pídele al Señor que los bendiga y acoja sus oraciones.

En una familia, todos pueden compartir la responsabilidad de las comidas. Los padres pueden asegurarse de que los armarios estén llenos, para empezar, mientras que los niños pueden dar su opinión sobre el menú y ayudar a preparar la comida de acuerdo con sus habilidades. Todos pueden participar a su manera.

Al involucrar a todos, el trabajo se convierte en un esfuerzo común. Comer la comida resultante se convierte en un verdadero placer compartido.

Involucra a tu familia en la preparación de las comidas. La participación puede ser muy simple (por ejemplo, decorar un plato espolvoreando perejil picado sobre papas al horno), pero aun así une a la familia como un equipo. ¿No es en la cocina, cuando todos están ocupados, que formamos vínculos especiales y compartimos historias y risas?

Nuestra vida se compone de muchas tareas que no elegimos. Podemos lograrlos de buena gana y lo más rápido posible, o podemos quejarnos y arrastrar los pies. Sin embargo, recordemos que estas tareas son una oportunidad para que elijamos ser conscientes de la presencia del Señor.

No tenemos que recitar oraciones verbales constantemente, como rezar el Rosario mientras se revuelve la salsa y leer una receta. Pero podemos unirnos a Dios a través de pequeñas oraciones.

Podemos encomendarle a aquellos para quienes estamos preparando la comida (¡sin olvidarnos de nosotros mismos!), Nombrar personas por las que queremos orar, cantar, escuchar música y dar gracias a Dios por sus bendiciones.

Deja que la luz de Dios entre en la cocina. Mientras nos aplicamos a lo que estamos haciendo, podemos dejar que el Señor traiga gozo a nuestros corazones.